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24.09.2009

SPK
(Sozialistisches Patientenkollektiv — Colectivo socialista de pacientes)

Traducido por:

Frente de pacientes / Colectivo socialista de pacientes (ed)

Prefacio de Jean-Paul Sartre al libro Hacer de la enfermedad un arma, Abril, 1972

Queridos camaradas,

He leído vuestro libro con el mayor interés. En él he encontrado no sólo la única radicalización posible de la antipsiquiatría, sino también una práctica coherente que apunta a sustituir las pretendidas «curaciones» de la enfermedad mental.

A lo que Marx llamaba la alienación que es un hecho general en la sociedad capitalista, parece que vosotros –hablando a grandes rasgos– le dais el nombre de enfermedad. Me parece que tenéis razón. En 1845 Engels escribía en su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra: «(la industrialización ha creado un mundo tal que) solamente una raza deshumanizada, degradada, rebajada a un nivel bestial, tanto desde un punto de vista intelectual como desde un punto de vista moral, físicamente enferma puede encontrarse como en su casa».

Dado que las fuerzas atomizantes se aplicaban a degradar sistemáticamente esta clase de hombres en infrahombres, del exterior a interior, se puede entender bien que el conjunto de personas de las que habla Engels hayan sido afectadas por esa «enfermedad»; y esta «enfermedad» puede comprenderse, a la vez y en su conjunto, tanto como un daño que se impone a los asalariados, como una rebelión de la vida contra ese daño que tiende a reducirles a la condición de objeto. Después de 1845 las cosas han cambiado profundamente, pero la alienación permanece y permanecerá tanto tiempo como dure el sistema capitalista ya que ella como bien decís es «la condición y el resultado» de la producción económica. La enfermedad, decís, es la única forma de vida posible en el capitalismo. En el mismo momento, el psiquiatra que es un asalariado se convierte en un enfermo como todo el mundo. Simplemente la clase dirigente le da el poder de «curar» o de «internar». La «curación», está claro, no puede ser en nuestro régimen, la supresión de la enfermedad: es sólo la capacidad de continuar produciendo aunque enfermo. En nuestra sociedad existen, pues, los sanos y los curados (dos categorías de enfermos que se ignoran y cumplen las normas de producción), y por otro lado, los «enfermos» reconocidos, los que una extraña rebelión pone fuera del estado de producir, y que son llevados al psiquiatra. Este policía empieza por ponerlos fuera de la ley al negarles los derechos más elementales. Naturalmente es cómplice de las fuerzas atomizantes: analiza los casos individuales aisladamente, como si las perturbaciones psiconeurológicas fueran taras propias de ciertas subjetividades, unos destinos particulares. Reuniendo los enfermos que parecen semejantes en tanto que singularidad, estudia las diversas conductas –que no son más que efectos– y las vincula entre ellas constituyendo así entidades noseológicas que trata como enfermedades y posteriormente somete a clasificación. El enfermo es, pues, atomizado en tanto que enfermo, y recluido en una categoría particular (esquizofrenia, paranoia, etc.) en la que se encuentran otros enfermos que no pueden establecer una relación social con él porque todos son considerados como ejemplares idénticos de una misma enfermedad psíquica. Vosotros, en cambio, os habéis propuesto ir más allá de la variedad de los efectos para apuntar al hecho fundamental y colectivo: la enfermedad «mental» está indisolublemente ligada al sistema capitalista que transforma la fuerza de trabajo en mercancía, y por consiguiente, a los hombres en cosas (Verdinglichung). Os parece que el aislamiento de los enfermos no hace más que llevar más lejos la atomización que comienza a nivel de las relaciones de producción y que, en la medida que los pacientes en su rebelión reclaman oscuramente una sociedad otra, conviene que permanezcan juntos, y que interaccionen entre ellos. En resumen, que constituyan un colectivo socialista.

Y dado que el psiquiatra es también un enfermo, rechazáis considerar al enfermo y al médico como dos individuos orgánicamente separados: esta distinción, en realidad, ha tenido siempre como efecto hacer del «psiquiatra» el único significante y del enfermo aislado y colocado fuera de la ley, el único significado, y por tanto, el puro objeto. Vosotros, por el contrario, consideráis la relación paciente/médico como una relación dialéctica que encontramos en cada uno, y que según la coyuntura y una vez reunidos los enfermos, se manifestará en uno u otro término en la medida en que los pacientes insistirán más en los elementos reaccionarios de la enfermedad, o al revés insistirán en tomar mayor conciencia de su rebelión y de sus verdaderas necesidades que han sido negadas y desfiguradas por la sociedad. Se hace necesario, entonces, y puesto que la enfermedad más allá de sus diversos efectos es una contradicción común –y dado que cada individuo es un significante/significado– juntar los enfermos para que expulsen gracias a su mutua ayuda los elementos reaccionarios de la enfermedad (por ejemplo: la ideología burguesa) y afirmen los elementos progresistas (exigencia de otra sociedad en la que el fin supremos sea el hombre y no el beneficio). Se entiende, evidentemente, que estos colectivos no persigan la curación ya que toda enfermedad del hombre está producida por el capitalismo, y la curación «psiquiátrica» no es más que una reinserción de los enfermos en nuestra sociedad. Por esa razón, lo que tienen que hacer estos colectivos es empujar la enfermedad hacia su máximo desarrollo, es decir, hacia el momento en que por la toma de conciencia se convertirá en fuerza revolucionaria.

Lo que me parece maravilloso del SPK es que los pacientes sin médico individual –es decir, sin el polo individuado de las relaciones de significación– establecen relaciones humanas y se ayudan unos a otros en una toma de conciencia de su situación mirándose a los ojos, o sea, en tanto que sujetos significantes-significados, mientras que en la forma moderna de la psiquiatría, el psicoanálisis, el enfermo no mira a nadie y el médico está situado detrás de él para apuntar sus palabras y agruparlas tal como le parece. Esta distribución espacial de la relación paciente/médico pone al primero en la situación de puro objeto, y al segundo en la situación de significante absoluto que descifra el discurso de la enfermedad mediante una hermenéutica de la cual sólo él conoce el secreto.

Estoy contento de haber comprendido el progreso real que el SPK implica. Conociendo además vuestras investigaciones entiendo también lo expuestos que estáis a la represión por parte de esta sociedad capitalista, que seguro os atacará dirigiendo contra vosotros a los representantes de la «cultura», a los políticos y a los policías. Os hará falta luchar con todos los medios ya que los dirigentes de nuestra sociedad pretenden impediros proseguir con vuestros trabajos prácticos. Incluso con la acusación gratuita de conspiración. No se os juzgará por estos encarcelamientos imbéciles sino por los resultados que habréis obtenido.

Tesis y principios del SPK (Sozialistisches Patientenkollektiv — Colectivo socialista de pacientes)

  1. La enfermedad es condición previa y resultado de las relaciones de producción capitalista.
  2. En tanto que condición previa de las relaciones de producción capitalista, la enfermedad es la fuerza productiva para el capital.
  3. En tanto que resultado de las relaciones de producción capitalista, la enfermedad, en su forma desplegada como protesta de la vida contra el capital, es la fuerza productiva revolucionaria para los seres humanos.
  4. La enfermedad es la única forma en que la «vida» en el capitalismo es posible.
  5. Enfermedad y capital son idénticos: la enfermedad se multiplica e intensifica en la medida en que se acumula capital muerto (capital fijo), un proceso que va acompañado de la destrucción del trabajo humano, la llamada destrucción del capital.
  6. Las relaciones capitalistas de producción implican la transformación del trabajo vivo en materia muerta (mercancías, capital). La enfermedad es la expresión de estos procesos cada vez más extendidos.
  7. En tanto que desempleo camuflado, y mediante retenciones salariales en concepto de cargas sociales, la enfermedad es el amortiguador de crisis del capitalismo tardío.
  8. En su forma no desplegada, es decir en su cara inhibidora, la enfermedad es la prisión interior de cada uno.
  9. Si la enfermedad se substrae a su gestión, explotación y guardia en las instituciones sanitarias para manifestarse en forma de resistencia colectiva de los pacientes, el Estado tendrá que intervenir para sustituir la falta de prisión interior por prisiones exteriores «reales».
  10. El sistema sanitario sólo puede gestionar la enfermedad privando a los pacientes de cualquier derecho.
  11. La salud es una quimera fascista-biologicista que en las cabezas de los idiotizadores e idiotizados del mundo no tiene otra función que enmascarar que la enfermedad está condicionada socialmente y tiene una función social.

Tres puntos de partida en la práctica del SPK

I. Partimos del hecho de que en esta sociedad todos los pacientes tienen derecho a la vida, es decir, un derecho a tratamiento:

  1. porque «su» enfermedad está condicionada socialmente
  2. porque están socialmente institucionalizadas la autoridad del tratamiento y las funciones médicas
  3. porque cada uno, independientemente de si es trabajador, ama de casa o estudiante, ya ha pagado, incluso antes de utilizarlos, los establecimientos del sistema sanitario mediante las retenciones en concepto de cargas sociales que suponen un 35% o más de su salario neto y que les son retenidos por la fuerza.

II. Del derecho a tratamiento fundamentado en I, también resulta obligatoriamente la necesidad de control por parte de los pacientes:

  1. de los establecimientos de atención sanitaria: poder de administración de los pacientes en los hospitales públicos
  2. de la formación y práctica médica
    a) mediante la definición de la ciencia a partir de las necesidades de los enfermos, es decir, de la población en su condición de proletariado determinado por la enfermedad. Aplicación del principio de la universidad popular como motor de socialización del medio de producción ciencia;
    b) mediante el poder de administración y la posibilidad de trabajo así como el control del presupuesto universitario para pacientes en la universidad;
    c) mediante la puesta en práctica del derecho de los pacientes a determinar por si mismos si quieren ser tratados y cómo.
  3. del tipo de recaudación y del empleo de las cargas sociales, así como de los presupuestos de la seguridad social y de las mutuas de enfermedad.

III. En la relación médico-paciente, en situación terapéutica, el paciente experimenta de forma focalizada su papel de mero objeto privado de derechos frente y en las relaciones sociales, de las cuales la relación médico-paciente sólo es una de ellas. Esta situación, esta relación, es por tanto el punto de partida para, basándose en las necesidades propias, crear conciencia sobre las condiciones sociales como tales cuyo objeto es el paciente. De esta conciencia orientada a las necesidades habrán que deducirse las máximas de acción necesarias: emancipación – cooperación – solidaridad – identidad política.

«La piedra que uno lanza a los centrales de mando del capital y las piedras en los riñones que otro sufre son intercambiables. ¡Protejámonos de las piedras en los riñones!»

De: Colectivo Socialista de Pacientes / Convertir la enfermedad en un arma. (1972)