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03.03.2009

FAQ (Frequently Asked Questions) sobre la fuerza del anonimato

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  1. ¿Pero qué es eso de los espacios del anonimato?
  2. ¿Y en qué se diferencian de un movimiento social?
  3. ¿Dónde reside la fuerza del anonimato?
  4. ¿Y su fragilidad?
  5. ¿De qué movimientos hablamos en concreto?
  6. ¿En qué sentido lo ocurrido el 13-M de 2004 expresó la fuerza del anonimato?
  7. ¿Pero acaso se consiguió algo más que cambiar a Aznar por Zapatero?
  8. ¿Entonces hay que esperar un acontecimiento para hacer política desde el anonimato?
  9. ¿Sólo una catástrofe, que traiga dolor y muerte, es hoy capaz de abrir espacios del anonimato?
  10. ¿En qué sentido «no tendrás casa en la puta vida» es un grito de guerra del anonimato?
  11. ¿Se puede sostener lo insostenible? ¿Se puede hacer visible lo invisible?
  12. ¿Cómo es posible un «anonimato en primera persona»?
  13. ¿Cuál es la radicalidad de los espacios del anonimato?
  14. ¿Se puede intervenir sobre el anonimato?
  15. Algunas referencias y documentos

1.¿Pero qué es eso de los espacios del anonimato?

No son «jamás esto o aquello, sino siempre tal, así. No presupuesto, sino exposición».1 Movimientos de lo social (y no movimientos sociales) que desafían los lugares que nos son asignados. Gestos sin autor que cambian las cosas sin apoyarse en las palancas clásicas de la acción política. Politizaciones que no se definen por una pertenencia común (a una clase, una sustancia o una categoría social específica), sino por una com-parecencia (o presencia común). Espacios donde practicar una huelga de identidades en la que dejamos de ser lo que hay que ser. Bancos de niebla irrepresentables donde luchar juntos contra lo que nos separa. Puntos de intensidad que aparecen cuando se trenzan por un momento lo existencial y lo político. Interrupciones del funcionamiento social que reconfiguran el mapa de lo posible. Espacios de subjetivación con los que nadie contaba y en los que cualquiera puede contarse.

2.¿Y en qué se diferencian de un movimiento social?

Los movimientos sociales son reediciones (cada vez más) a la baja del movimiento obrero, que es el único movimiento social que ha existido. Es decir, los movimientos sociales se apresuran a llenar el vacío que dejó la derrota del movimiento obrero, pero sin llevarla hasta el fondo ni elaborarla creativamente. Sin embargo, los espacios del anonimato no son portadores de un horizonte de sentido ni anuncian un mundo mejor. No se organizan en torno a una reivindicación. Son horizontales, pero no asamblearios. No se sitúan en una política de confrontación. No dibujan una línea entre amigo y enemigo. No son de derechas ni de izquierdas, sino todo lo contrario. No son pura propuesta, sino que incorporan una parte de negatividad. Son radicalmente heterogéneos y no se acumulan en el tiempo. No encajan en sujeto alguno ni conforman ningún gran polo de movimiento, aparecen y desaparecen, se autoconvocan y rechazan toda representación.

3.¿Dónde reside la fuerza del anonimato?

El motor y el carburante de la fuerza del anonimato no se encuentra en una ideología, unas certezas, una alternativa, una firme voluntad de transformar el mundo o una buena disciplina militante, sino en una afectación. Es decir, una sacudida que atraviesa la vida, suspende y desequilibra la normalidad, suscita preguntas radicales y encarnadas sobre el sentido de la vida, hace que las cosas y los otros importen realmente, imprime pasión y verdad en la banalidad que nos rodea, nos exige una elaboración de sentido (íntima, colectiva, creativa, política…). La fuerza del anonimato afecta la realidad porque es afectada por ella.

4.¿Y su fragilidad?

Reside en la dificultad ante la que nos encontramos para articular precisamente lo existencial y lo político. Para situar ambas dimensiones en un mismo plano horizontal mientras hacemos de la afectación un acto de creación. Sin lo político, lo existencial se vuelve grupo de autoayuda. Sin la sacudida existencial de una afectación, la política sólo puede ser un teatro, un estilo, un grupo de agit-prop o una lucha de poder. La vieja política conspira dentro y fuera de los espacios del anonimato para desligar modos de vida y modos de lucha: desde fuera puede ser la represión o la presión política y mediática; desde dentro, la persistencia de las formas organizativas vacías, la primacía del elemento ideológico o el tiempo de la urgencia en la movilización. Todo ello empuja a que lo político deje de alimentarse y a la vez hacerse cargo de la vida con sus clarooscuros. ¿Qué significa politizar la vida cuando lo colectivo ya no es la solución, sino el problema (en el sentido de incógnita, de enigma)?

5.¿De qué movimientos hablamos en concreto?

Nos referimos a la revuelta de Los Ángeles en 1992, a la que gritó «que se vayan todos» en Argentina a finales de 2001, a la de las banlieues en noviembre de 2005 o a la más reciente en Grecia tras la muerte de un muchacho a manos de la policía… Hablamos de movimientos muy conocidos públicamente en nuestro contexto como el «No a la guerra», lo ocurrido tras el 11-M o la V de Vivienda. Pero también de movimientos colectivos no identificados que nadie reconoce como acontecimientos políticos, como por ejemplo la convocatoria a escala nacional de un botellón masivo contra la prohibición de beber en la calle, las movilizaciones físicas y virtuales en torno a la muerte de Álvaro Ussía a manos de los porteros de una discoteca, o incluso la broma colectiva (punk attitude) que significó votar por el Chikilicuatre. Aludimos a experiencias prolongadas en el tiempo, tales como la Red Ciudadana tras el 11-M o la lucha de los familiares de los retenes forestales que murieron en el incendio de Guadalajara. Pero también a los «Dobles malvados», es decir, las expresiones del anonimato donde la ambivalencia parece unilateralizarse hacia las pasiones tristes del racismo y el odio capturado, como es el caso de los Peones Negros. Hay gestos anónimos, intervenciones anónimas, prácticas anónimas, espacios de anonimato, movimientos anónimos, rebeliones anónimas… Finalmente, y esto es decisivo, hay anonimato social. Esto es, no un sujeto, no un contra-mundo ni siquiera una sustancia de potencial antagonista (trabajo vivo, etc.), sino retazos de mundos sin nombre que pelean por su existencia cotidianamente abriendo grietas en la máquina capitalista y que alimentan de pronto las luchas explícitas: amistades, otras sensibilidades y otros sentidos, relaciones no instrumentales, cooperación, etc.

6.¿En qué sentido lo ocurrido el 13-M de 2004 expresó la fuerza del anonimato?

El 13-M se caracterizó por la multiplicidad (no se acude en bloques, no vamos encuadrados, uno no sabe bien quién tiene a su lado); el anonimato (no convoca ninguna organización; la cita circula mediante sms y por la red, mensajes de gente de confianza y de fuentes múltiples: no sólo militantes); la autonomía (el sentido no es previo, se autoconstruye desde dentro y sobre el terreno); la creatividad (proliferan mil consignas nuevas, se llega a chistar a quien introduce algunas pertenecientes a otras situaciones como «vosotros fascistas sois los teroristas»); el pragmatismo radical y la ausencia de utopía («mañana votamos, mañana os echamos»), la mezcla de lo existencial y lo político (se incorpora el duelo a la protesta, se mezcla la emoción, el pensamiento y la acción; no funciona tanto el plano de la conciencia, como el dolor, la rabia, la indignación, la necesidad…). La potencia del 13-M se nutrió de un medio ambiente donde lo existencial y lo político se habían entrelazado mediante mil formas anónimas de elaboración de lo sucedido. No fue sólo expresión de un rechazo, de una denuncia. No fue sólo política. Frente al horror del atentado, las vidas se agarraron unas a otras para hacerle frente, produciendo así un espacio de lo común al mismo tiempo inclusivo y múltiple. La sensibilidad de los minutos de silencio que tachonaron el recorrido del 13-M sólo puede entenderse desde ahí (eran absolutamente extraños a las formas militantes de tomar la calle). Si desvinculamos las autoconvocatorias frente a las sedes del Partido Popular de los santuarios salvajes que se improvisaron por todo Madrid o del gesto de quien fue a donar sangre un día antes no entenderemos NADA. «Nosotros también estuvimos en la manifestación de ayer», decía una pancarta muy significativa el 13-M. Reducir la fuerza del anonimato a la «noche de los móviles» es una estrategia discursiva que autoriza repatriarla hacia las formas de un «nuevo activismo».

7.¿Pero acaso con todo eso se consiguió algo más que cambiar a Aznar por Zapatero?

La victoria de ZP –favorecida por el voto táctico y como autodefensa contra el PP– fue en todo caso un efecto derivado de lo que un amigo llama «la parte quieta del movimiento», es decir, una ola de fondo de la que el 13-M fue el repunte, la cresta, la espuma. Y lo que esa ola de fondo consiguió, para decirlo en una sola frase, es que el 11-M no se convirtiera en un 11-S. ¡No es poco! El estado de sitio informativo no funcionó. Se desdibujó la línea amigo/enemigo: violentos y demócratas, nosotros y ellos, Occidente y barbarie, Vida y Muerte. La lógica securitaria –que consiste siempre en que los súbditos desconfíen unos de otros y adhieran al soberano– no prendió. El racismo, latente, no se organizó. El cuerpo social se hizo inmune al virus de la histeria colectiva y su lógica del chivo expiatorio. La gestión del miedo fue cuestionada y desalojada del poder. Las nuevas asociaciones de víctimas (Asociación 11-M de Afectados de Terrorismo, Red Ciudadana tras el 11-M) elaboraron otro sentido al hecho de ser golpeados por el terror, más allá del odio cristalizado en deseo de venganza. Se nombraron a sí mismas como «afectados» y no como «víctimas», lo cual no supuso sólo un desplazamiento semántico. Pensemos siquiera por un momento en un detalle: tras el 11-M, la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) exigía la expulsión de inmigrantes, el endurecimiento de la ley de extranjería y el cierre de mezquitas. ¿Qué efectos tiene para la vida social el hecho de que hayan perdido su monopolio sobre los sentimientos de las víctimas? No pocos. Ciertamente, la fuerza del anonimato es una potencia destituyente: disuelve, evita, impide, interrumpe, desmoviliza, etc. Pero que no sea un poder constituyente de «otro mundo posible» no significa que sea una fuerza puramente nihilista o negativa que despuebla este mundo. De hecho su capacidad destituyente depende de la positividad del común que teje (nuevas subjetividades, nuevas relaciones sociales, nuevas posibilidades para la acción). Tal vez no transforma la realidad, pero sí nuestra manera de vincularnos a ella.

8.¿Entonces hay que esperar un acontecimiento para hacer política desde el anonimato?

El acontecimiento es un momento excepcional, pero sus efectos pueden persistir en lo más cotidiano. Todo depende de cómo se elabore/decida su sentido. Qué se hace con lo ocurrido, cómo se piensa y se actúa a partir de él. El acontecimiento no trae consigo una carga de fatalidad. Sus intensidades pueden desvanecerse por completo, aunque esto por un momento nos parezca imposible. Podemos volver atrás. Persistir en el acontecimiento significa seguir sacando consecuencias. Llevar las marcas hasta el umbral de irreversibilidad donde se transforman en destino: una nueva piel sensible. Sólo así podemos «trasladar» el acontecimiento a otras situaciones y experiencias de la vida. Esa fidelidad no viene dada, hay que construirla. La fuerza del anonimato nos deja acontecimientos borrosos, atípicos o erráticos sin la «plenitud tempestuosa»2 de los viejos acontecimientos revolucionarios (1871, 1917, 1936, 1968). Estos acontecimientos borrosos «se descifran lentamente y la cuestión de su alcance, es decir, de lo que significa serles fiel, es un trabajo que se hace en parte a ciegas».3 No nos entregan una verdad, hay que crear su verdad, nuestra verdad. Y para ello atreverse a pensar de qué manera esos acontecimientos desafían, desmienten y alteran lo que entendíamos por política. Arriesgar la identidad y su calor de establo –izquierda, extrema izquierda, medio radical– trabajando en el filo de lo ambiguo.

9.¿Sólo una catastrofe, que traiga dolor y muerte, es hoy capaz de abrir espacios del anonimato?

En el caso del País Vasco por ejemplo, la muerte y el dolor constituyen el azufre que alimenta diariamente el dispositivo de control y neutralización de lo político. No se trata tanto de dolor como de un vaciamiento. El acontecimiento 11-M produjo un vacío de las identidades que cotidiamente nos separan, un vacío en el que las singularidades cualquiera descubrieron entre sí y politizaron un mundo común. El contexto clásico del Conflicto Vasco (identitario y dialéctico) hace del cualquiera –que cada uno es potencialmente– un héroe, un verdugo, un martir, un terrorista… Cubre y codifica con identidades previas cualquier posibilidad de un proceso inesperado, de un punto vacío, de una alianza imposible. Prohibe enunciados como «en ese tren íbamos todos» o «el enemigo es la guerra». El escenario del 11-M es muy distinto. Cualquiera fue quien mató. Cualquiera fue quien murió. Cualquiera fue quien se movilizó. La muerte suspende una realidad obvia allí donde habita el hombre anónimo. Por otro lado, la V de Vivienda es una prueba muy clara de que es posible abrir un espacio del anonimato sin ninguna catástrofe previa (¡aunque la situación de la vivienda sea bien catastrófica!).

10.¿En qué sentido «no tendrás casa en la puta vida» es un grito de guerra del anonimato?

«No vas a tener una casa en la puta vida» es un eslogan y al mismo tiempo no lo es, porque niega en vez de afirmar (una situación, un estado, una virtud, una carencia…). La fuerza con la que esta frase irrumpió en el imaginario social quizá se deba a que supo, de alguna manera, atravesar las defensas y conectar con lo que podríamos llamar una «interioridad común»4 Es como si esta expresión acertase a exponer públicamente un malestar colectivo, hasta ese momento vivido –y sufrido– de manera individual y en silencio. Este eslogan aparece en lo social rompiendo gran parte del sentido común que parece acompañar a otros eslóganes utilizados comúnmente por los movimientos sociales: no ofrece ninguna esperanza («yes, we can»), no ofrece ningún futuro («por un mañana sin pobreza»), no ofrece alternativas («otro mundo es posible») y, sin embargo, es un eslogan que parece contenerlo todo: la casa, los derechos, la (puta) vida… Cuando uno lee esta frase en la calle, sabe que nadie más que él mismo está detrás de ella. «Nadie está hablando por mí, nadie me está representando, eso, exactamente eso, es lo que pienso yo: no voy a tener una casa en la puta vida, soy yo el que sufre esa condición, ésa es, efectivamente, mi vida».

11.¿Se puede sostener lo insostenible? ¿Se puede hacer visible lo invisible?

La fuerza del anonimato irrumpe y aparece, no simplemente circula clandestina por los subterráneos de la materia social. No sólo se abstiene, huye, desaparece. No sólo dice: «preferiría no hacerlo», sino que también, a veces, rompe la relegación social y toma la calle, experimentando así la potencia de estar juntos, el gozo de sentir una fuerza común. Entonces busca comunicarse, replicarse, contagiarse, generalizarse. Así sucedió con V de Vivienda que, a partir de un mail escrito por cualquiera y que circuló libremente durante meses replicándose a lo largo y ancho de la red, consiguió movilizar a miles de personas, convocando una concentración en las principales plazas de las ciudades españolas el día 14 de mayo del año 2006. Pero a diferencia de otros espacios del anonimato, V de Vivienda no se quedó ahí y fue un paso más allá, convirtiéndose en la primera expresión anónima multitudinaria que aspiraba a sostenerse en el tiempo, exponiéndose a partir de entonces, inevitablemente, a los problemas de la visibilidad.

Cuando surge el movimiento por la vivienda, elige como nombre una broma: V de Vivienda, y lo hace con la voluntad explícita de no ser nombrado, ni representado, ni tan siquiera identificado. Aparece ocultándose. De hecho V de Vivienda no significa nada, tan sólo una ironía en la que, precisamente por no ser nada, cabemos todos. «No vas a tener casa en la puta vida» interpela a lo que hay por debajo de las identidades. Está dirigido a cualquiera, más allá de una condición identitaria. Provoca un acontecimiento. Sin embargo, mantener la «cuota» de visibilidad que había ocupado sorpresivamente con su irrupción publica, le forzaría rápidamente a «tener una identidad». Parece como si ser alguien o algo es lo que diese derecho a domicilio en la visibilidad, como si el querer permanecer presente en el espacio mediático y político conllevase, obligatoriamente, tener que situarse y definirse: ser mileurista, ser joven, ser de izquierdas, ser subversivo, ser miembro de una tribu urbana, en definitiva, ser. El eslogan «no vas a tener casa en la puta vida», que efectivamente no representaba a nadie, fue una forma que la fuerza del anonimato adoptó con la intención de hacerse presente y visible –y sin duda lo consiguió. Pero a la vez, ese mismo eslogan cristalizó, involuntariamente, en una marca, en una identidad («repetición en y de lo Mismo») que la dejaba fija en un lugar y le arrebataba toda su espontaneidad.

En definitiva, para ocupar una cuota en la visibilidad lo que se exige es perder la fuerza del anonimato, de la ambigüedad, de la experimentación y de la interpelación a la singularidad cualquiera y no a estos o aquellos. De momento así ha sido, pero en verdad nadie sabe lo que la fuerza del anonimato puede.

12.¿Cómo es posible un «anonimato en primera persona»?5

El recurso al anonimato ha sido una constante en las luchas que querían enfatizar la naturaleza colectiva de la producción política –de discursos, símbolos, enunciados, dispositivos– contra las estrategias (externas o internas) de control, privatización, individualización o jerarquía. El anonimato, como espacio de todos y de nadie, afirmaba así el poder de cualquiera para actuar políticamente (contra la hegemonía de expertos o especialistas) y la fuerza de un nosotros colectivo, abierto. Pensemos por ejemplo en el movimiento de Mayo del 68 y su producción anónima y colectiva de carteles, panfletos, pintadas, ciné-tracts, etc. O en los pasamontañas zapatistas, «detrás de los cuales estamos ustedes»: símbolo de una comunidad de lucha abierta y procesual. O en el travestismo de identidades y la guerrilla de los nombres múltiples –disponibles para cualquiera– en los albores de la red. O en la tentativa del Proyecto Luther Blissett de formular una nueva mitología, expresamente adaptada al potencial antagonista de un sujeto productivo emergente: el trabajador inmaterial, figura principal del «capitalismo de espiritu» basado en la comunicación y la creatividad («Necesitamos mitos, narrativas que inciten a la intelectualidad de masas a pasar a la acción).

Pero si aquel tipo de anonimato quiere expresar sobre todo la potencia de lo colectivo (comunidad abierta, sujeto multitudinario, inteligencia colectiva, cooperación social, etc.), el «anonimato en primera persona» extrae su fuerza de la conexión entre singularidades cualquiera que hablan en nombre propio: los mensajes que nos convocan a la calle (sms) son personales; la confianza que les otorgo viene precisamente de que conozco a quien me lo envía; a las manifestaciones se llevan pancartas individuales con lemas propios; lo que funciona mejor y se comparte son los testimonios da cada uno sobre las condiciones de vida, etc. El anonimato en primera persona se mueve a sus anchas por la web 2.0. que, al mismo tiempo, es el espacio de exposición privilegiada del «I am what I am« típico del capitalismo posmoderno. La blogosfera –y no los espacios de comunicación política antagonista– tuvieron una importancia decisiva en el nacimiento de movimientos como la V de Vivienda. Cuando empezaron a surgir los blogs hace unos años, desde los espacios politizados de comunicación alternativa se los veía con mucha distancia: se juzgaban sólo como la expresión del narcisismo autorreferencial del sujeto, incapaz de construir algo colectivo. Un paso atrás. Sin embargo, quizá surgieron precisamente en respuesta a la comunicación desencarnada que inundaba la red –una de cuyas declinaciones sería el discurso hiper-ideológico que fue apoderándose de los espacios comunicativos más politizados– como otra forma posible de articular el yo y el nosotros, de conjugar lo común y la singularidad.

El anonimato en primera persona introduce otro concepto de «verdad». Ya no se trata de oponer la verdad «antagonista» a la verdad oficial, como en la contrainformación. Pero tampoco se trata de disolver la verdad en un juego de imágenes, como en la guerrilla de la comunicación. El anonimato en primera persona pone en juego verdades no ideológicas. Sostenidas por una experiencia («lo que yo veo y vivo») y vinculadas a una afectación, a una emoción (no las verdades frías del racionalismo y la ideología). Verdades que no se llaman a engaño (porque son vividas), aunque se puedan elaborar en muy distintas direcciones. Verdades que en ocasiones se pueden «comunizar» en tanto que parten del malestar ante un fondo de precariedad compartido: «No nos representan», «No tendrás casa en la puta vida», «Íbamos todos en ese tren», etc. Verdades de cada cual que forman juntas una interioridad común.

13.¿Cuál es la radicalidad de los espacios del anonimato?

¡Ningún radical diría que existen! Pero la radicalidad nunca está dónde se la espera. Volvamos al incómodo ejemplo del País Vasco. Hay que preguntarse hasta el fondo: ¿por qué las subjetividades militantes han sido incapaces durante décadas de debilitar el dispositivo (llamado Conflicto Vasco) que bipolariza lo social como modo de gobierno y neutralización de lo político? A la matriz mili­tante amigo/enemigo se le funden los plomos en condiciones de complejidad (donde el adversario no está claro, las alianzas no están claras…). Cuando se sigue pensando el conflicto político como una «guerra« (relación de fuerzas, enemigo, violencia, contrapoder), ¿cómo llegar a pensar que la guerra misma (y no éste o aquel contendiente) puede ser una forma de gobierno, es decir, de hacer que «nada pase, todo funcione y reine la situación normal»?6

Y sin embargo, los dispositivos de poder pasan hoy por la gestión de la guerra de todos contra todos (que, según el caso, se suscita, se modula o se instrumentaliza): gestión de la inseguridad y el miedo sobre un fondo de precarización general de la existencia y «sálvese quien pueda» donde la producción del otro como enemigo es constante.

El elemento ideológico conduce a tratar de codificarlo todo en términos binarios cuanto más definidos y estables mejor. Define un nosotros identitario donde no entra cualquiera. Siempre parte de lo que falta (deber ser) y nunca de lo que hay. Se blinda a la afectación, a la situación (por ejemplo sólo se conmueve con los afines ideológicamente). Piensa la victoria como la aniquilación del adversario y ni se le pasa por la cabeza la posibilidad de hacerse amigo del enemigo. Ignora los recursos que podemos encontrar hoy en las zonas grises o indiscernibles. Desprecia las sutilezas de la ambigüedad, la inteligencia de la paradoja y la potencia de la duda. Allí donde los espacios del anonimato ensayan estrategias para ausentarse de los dispositivos que nos separan (como por ejemplo el silencio), la subjetividad militante sólo puede ver carencia, cobardía o insipidez pre-política. No soporta no ser.

No es ninguna casualidad que los militantes estuvieran ausentes del primer plano tras el 11-M. Incapaces de sentir la energía de la parte quieta del movimiento, sólo presagiaban (presagiábamos) «la fascistización de lo social». En realidad su zozobra ante los acontecimientos abrió paso a la posibilidad de nuevas respuestas.

14.¿Se puede intervenir sobre el anonimato?

No sin intervenir sobre el propio anonimato.

En los años 60-70 la revuelta contra el Partido-Maestro y el Libro decía: «no se trata de trazar una hipótesis y elaborar desde ahí la línea política que se aplica en las situaciones concretas: hay que partir de la práctica de masas, ir a la realidad, reencontrar la realidad». No presuponer las luchas con categorías, sino aprender a percibirlas en situación y darles nombres. No buscar cómo se realizan en la práctica las ideas, sino encontrar ideas en las prácticas. De ese impulso surgieron invenciones políticas y colectivas como la encuesta obrera o la práctica del «establecimiento» en las fábricas. Sin embargo, hemos visto demasiadas veces cómo por ejemplo la encuesta funciona en circuito cerrado –los mismos criterios previos de los que se parte son los que filtran lo que se escucha, la información que se recoge– y sirve simplemente para verificar hipótesis previas. La soberbia del Libro simplemente se hace más sutil.

Intervenir sobre el anonimato exige entonces ir más allá: suspender la maldición de la visión vanguardista, los acercamientos instrumentales y las respuestas automáticas. Ello exige romper radicalmente con la voz en off militante que no sale de ningún sitio, con la tercera persona del «movimiento» o la «multitud» que nos absuelve de tener que hablar en nombre propio y ponernos en juego. Romper radicalmente con la exterioridad vanguardista que se plantea cómo acercarse a… organizar a… preguntar a… llegar a… atraer a… convencer a… entusiasmar a… Otro. ¿Qué significaría entonces ir a la realidad, reencontrar la realidad en el caso de la fuerza del anonimato? Como mínimo significa partir de su mismo centro de energía: el ser afectados. No ir hacia el Otro sin interrogar al Otro en uno mismo. No abrirse a otras creaciones sin un movimiento en nuestro propio interior. Sin la sacudida de esa afectación común (que no idéntica), no hay auténtica apertura ni horizontalidad, preguntas genuinas, acercamientos afectivos desde un no-saber, acontecimiento. Todo nos es indiferente, nos deja como estábamos, no nos compromete a nada… O bien es el tablero de ajedrez donde se despliega nuestra estrategia, nuestra línea, nuestra hipótesis.

15.Algunas referencias y documentos

11-M
«Desarmar la inseguridad», Margarita Padilla, Revista de Espai en Blanc n.º 1-2: Vida y política.
«Las luchas del vacío», Margarita Padilla y Amador Fernández-Savater, Revista de Espai en Blanc n.º 3-4: La sociedad terapéutica
Red Ciudadana tras el 11-M. Cuando el sufrimiento no impide pensar ni actuar, Desdedentro, Acuarela Libros & A. Machado, Madrid 2008.

Sobre la V de Vivienda
Todos los análisis del Grupo 47 se pueden leer aquí: http://agitpub.wordpress.com/

Sobre el Conflicto Vasco
«Por una crítica del Conflicto Vasco», Ekhi Lopetegui de la Granja (en este mismo número de Espai en Blanc).


1.Giorgio Agamben, La comunidad que viene (Pre-textos, Madrid, 1996).
2.Alain Badiou, ¿Se puede pensar la política?, Nueva Visión (Buenos Aires, 1990)
3.Alain Badiou, «Pensar el surgimiento del acontecimiento», revista Archipiélago (n.º 80-81).
4.«La interioridad común», Santiago López Petit, Revista de Espai en Blanc n.º 1-2: Vida y política.
5.Tomamos la expresión de Gilles Deleuze en su Foucault (Paidós, México, 1991)
6.Appel, texto anónimo (http://rebellyon.info/article5691.html)