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01.10.2012

El Banco Okupado y la huelga general
La experiencia del Banco Okupado y la huelga general de septiembre de 2010

Del 25 al 29 de septiembre de 2010, se abrió un laboratorio político en una ciudad donde parecía que nada podía escapar de la neutralización. Durante cinco días, miles de personas ocuparon y habitaron el edificio más céntrico de Barcelona, el antiguo Banco de Crédito Español de Plaza Catalunya, en una acción orientada a pensar juntas la huelga general del 29 de septiembre. Aquel gesto desbordó los mismos colectivos que la habían promovido, y abrió un espacio político donde emergió aquel malestar social que se encontraba coagulado por el dispositivo paralizante de la «crisis». Un malestar ahogado en las rápidas vidas individualizadas, electrificadas por la mercantilización, pautadas por un espacio público sobredeterminado. El interrogante que propulsó la ocupación del Banco («¿Cuál es tu huelga?») fue capaz de sacudir el impasse político en que se encontraba la ciudad.

El Banco Ocupado agujereó las densas mallas de la indiferencia y la resignación; facilitó el encuentro de diferentes formas de resistencia, hermanadas en una nueva colectividad. Desmontando y expandiendo los esquemas de lo posible, en el Banco se afirmaron nuevas capacidades mancomunadas de decir y de hacer, se creó otra realidad capaz de resquebrajar la realidad capitalista. Fue, como se afirmó, «una potencia que apareció», y la intensidad política experimentada consiguió electrizar los barrios de la ciudad y dotar a la huelga del 29s de una combatividad inesperada para todos. ¿Por qué se apostó por una intervención en forma de pregunta?

La crisis… del movimiento social

«Las que eran explotadas en las fábricas de los setenta afrontaron
la crisis que destruyó las formas autónomas de organización obrera.
Las que sobrevivieron a los ochenta fueron violentadas con la crisis del paro y la heroína.
Las generaciones de los noventa respondieron a la crisis de un trabajo precarizado.
A inicios del nuevo siglo la mercancía todo lo corrompe y fracturó nuestra vida en una perpetua crisis.
Hoy en boca de todos los que pueden hablar aparece la palabra Crisis.
Nosotros la masticábamos desde siempre.»

Publicación ¿Cuál es tu huelga? Septiembre 2010

En Catalunya, la crisis global de 2008 impactó de forma virulenta en un social desarmado. Los sucesivos movimientos que habían ofrecido ciertas resistencias desde mediados de los 90 habían sido desarticulados con la subida de unos gobiernos que ahora aplicaban un neoliberalismo teñido por la retórica «de izquierdas». El ciclo de luchas autoorganizadas, nacido alrededor de las okupaciones de centros sociales, que proliferó hasta las movilizaciones –de alcance mundial– contra la guerra de Irak (2003) y contra la actuación del PP en los atentados de Madrid (2004), había contribuido a expulsar la derecha del Gobierno catalán y español, a costa de perder una centralidad política que tenía, seguramente, no sólo debido a sus méritos. En Barcelona, pretendida punta de lanza del capitalismo del conocimiento, y en realidad ciudad-empresa basada sobre todo en la especulación inmobiliaria y el turismo, habían sobrevivido al cambio de ciclo institucional ciertos intentos de problematizar la ciudad mercantil / seguritaria, como las luchas contra el Forum 2004 («el capitalismo amable») o las oposiciones a las ordenanzas del civismo de 2005 («capitalismo punitivo»). Incluso, habían estallado luchas importantes como la que se erigió al grito de «No tendrás casa en la puta vida!», en 2007, respeto al problema de la vivienda. A pesar de esos temblores sociales, y de la existencia difusa y poco coordinada de proyectos territoriales a lo largo de la ciudad, la incapacidad de erigir una oposición frontal a los planes de la reestructuración capitalista a partir de la crisis era manifiesta. Que los gobiernos que debían gestionar la reestructuración controlaran los aparatos de la «cultura de izquierdas» –medios de comunicación, sindicatos mayoritarios, tercer sector, ONGs, etc– reducía el espacio político disidente a unos mínimos históricos, y sentaba las bases para que las poblaciones afectadas por la crisis optaran por salidas individuales, terapéuticas o directamente xenófobas.

Aquél fue un contexto de crisis de los movimientos sociales, en tanto que se demostraron los límites de unas propuestas que, a pesar de ir organizativamente más allá de los partidos políticos, igualmente tenían como interlocutor final el Estado –no la comunidad social autoorganizada– y la reivindicación como horizonte –no el proceso autoinstituyente. Por otra parte, el reflujo de las formas disruptivas de los movimientos de los 90 propició el renovado protagonismo de formas más ideologizadas y arcaicas (la extrema izquierda) y todo ello sentaba las bases para que cualquier apuesta por la acción colectiva, que buscara ir más allá de la propia experiencia o la localidad, quedara empantanada en la impotencia. Nos encontrábamos en lo que algunos compañeros han denominado impasse, o «el atasco de las dinámicas de innovación de lo político, que nos lanza a un espacio de consistencia fangosa y a una temporalidad en suspenso» (Colectivo Situaciones).

Romper el impasse

Sin embargo, en otoño de 2008, en las universidades catalanas se intensificó la ebullición contra los planes europeos de mercantilizar la universidad (EEES o Plan Bolonia) y se ocupaban las facultades y el rectorado de la Universidad de Barcelona durante 4 meses. Una nueva hornada de activistas tomaba la iniciativa, y más allá del No a la mercantilización de la enseñanza superior, se gestaban dinámicas de autoorganización que trascendían los límites del reformismo estudiantil, pues planteaban formas de relacionarse autónomamente con el conocimiento y la comunidad. Las luchas estudiantiles asamblearias fueron, finalmente, gestionadas como un problema de orden público, y el 18 de marzo de 2009 cientos de estudiantes fueron desalojados de las universidades. Esa misma noche, la manifestación de protesta fue nuevamente represaliada, pero la violencia de la policía, los cientos de heridos y las detenciones masivas fueron una señal de alerta para diferentes sectores sociales. Así, el 26 de marzo se convocó una nueva manifestación, con la asistencia de más de 20.000 personas, que contrariamente a lo que esperaban los cuerpos policiales, escapó de un centro bunkerizado por la policía y, sobre todo, de un contexto mediático blindado por el discurso prefabricado ad hoc por los medios de comunicación de masas. La manifestación se dirigió a uno de los barrios de la ciudad, donde se recibió a los estudiantes, profesorado y trabajadores desde el propio control del territorio y de los significados de la acción. Tanto en los cuatro meses de ocupaciones como en la manifestación que acabó en Sants, se forjaron nuevas alianzas para la lucha social. Por fin parecía que el dispositivo empalagoso y omnipresente de la «crisis» no era capaz de capturar la totalidad social, y por el contrario podían ser pensadas y puestas en práctica nuevas resistencias. Por fin parecía posible un imprevisto político que rompiera el impasse, y se iniciaron nuevas coordinaciones, seguramente un tanto invisibles…

A lo largo de ese año, el Gobierno Zapatero inició la liquidación de las políticas sociales con las que había anunciado su segundo mandato. La eliminación de subsidios como los previstos por la Ley de Dependencia, los cheques bebé, de las ayudas a la vivienda, las rebajas salariales de los funcionarios (que motivó los paros y manifestaciones de los trabajadores del sector público el 8 de junio de 2010), el aumento de impuestos indirectos y el incremento de tarifas eléctricas o del gas, contrastaban con las medidas destinadas a satisfacer el gran capital, como la rebaja del impuesto de sociedades, las privatizaciones de AENA, o el perdón de Hacienda a 1.500 personas que habían evadido 10.000 millones de euros. Como colofón, el Gobierno anunciaba una nueva reforma laboral, con el objetivo de facilitar la contratación y acabar con el 20% de paro. La receta era calcada a las anteriores reformas del mercado de trabajo: precarizar aún más el empleo y rebajar los derechos de los trabajadores en aras a una menor tasa de paro. La reforma, además, aumentaba el poder empresarial, recortando las prerrogativas de los comités de empresa y la representación sindical en las negociaciones de los convenios.

Ante la intensificación neoliberal del Gobierno, en Barcelona parecía que la combatividad se reactivaba cuando, en la manifestación del 1.º de mayo de 2010, convocada por el sindicalismo alternativo y diferentes colectivos bajo el lema «Contra los recortes sociales, huelga general», cientos de personas ocuparon uno de los hoteles más lujosos de Barcelona, en el paseo de Gràcia, donde una habitación puede costar 8.000 euros la noche. Durante la toma del hotel, vivida como la posibilidad de ir más allá de la escenifición de la protesta, se afirmó:

Hoy hemos ocupado un hotel, mañana será la sede de un banco, de la patronal, de una constructora, de un partido político. Nuestra crisis acabará cuando dejemos de padecerla en soledad, de lamentarnos desde la impotencia, cuando hagamos frente a la ofensiva capitalista, cuando tengamos fuerzas suficientes. Hoy deseamos luchar juntas, organizarnos y apoyarnos, generar conflicto para detener los recortes sociales, movilizarnos para imponer nuestros intereses, empoderarnos para autoorganizar el trabajo y repartir la riqueza, para aprender a crear una economía social y solidaria que agujeree del capitalismo en sus cimientos hasta extinguirlo. Hoy hemos venido a comernos la «crisis» de los ricos, a sacudir la calle, a hablar a las que están como nosotros, a conocernos en la acción. Que reviente el capitalismo.

Poco después, en junio, el Gobierno anunció la aplicación de la reforma laboral «hubiera o no acuerdo» con los sindicatos mayoritarios, y a mediados de mes CCOO y UGT convocaban la primera huelga general bajo el gobierno Zapatero, después de 6 años de «paz social».

El 29 de junio, siguiendo el llamamiento de los combativos conductores de autobuses de los Transportes Metropolitanos, protagonistas de las exitosas huelgas socializadas de finales de 2007, se constituía la Assemblea de Barcelona. Aquel día, en las Cotxeres de Sants, se reunieron 400 «trabajadores, estudiantes, pensionistas y paradas», para poner en práctica «medidas de resistencia contra los ataques de la banca y la patronal». Se entendía que las medidas de ajuste, la reforma laboral y la próxima reforma de las pensiones eran el mayor ataque desde el franquismo a los derechos de trabajadores, pensionistas y sectores populares. «Medidas que dejan muy claro que el Gobierno, siguiendo el guión del FMI y de la Unión Europea, está decidido a que el peso de» su «crisis caiga exclusivamente sobre nuestras espaldas». La naciente Assemblea de Barcelona acordó trabajar para una huelga general que tuviera continuidad, con un plan de lucha para detener la reforma laboral, el plan de ajuste y la reforma de las pensiones. Hizo un llamamiento a que se constituyeran comités y asambleas en los centros de trabajo y barrios para trabajar de manera unitaria, y convocó una nueva Asamblea metropolitana el 15 de septiembre, en la plaza Universitat, para aprobar las medidas de lucha de cara a posibilitar una huelga no domesticada.

¿Cuál es tu huelga?

¿Cómo actuar en un contexto de huelga general? ¿Cómo incidir en una llamada hecha in extremis por los sindicatos mayoritarios, cuando éstos están plenamente deslegitimados por el conjunto de la población, debido a su vinculación estructural con el Estado? ¿Cómo participar en una huelga convocada por motivos laborales / sindicales, cuando el malestar que recorre la metrópolis no es consecuencia de un factor concreto sino que se constituye como la relación social por excelencia? ¿Qué papel pueden jugar los sujetos definidos como excluidos, y los expulsados parcial o efectivamente del mercado de trabajo, los desempleados, las trabajadoras domésticas, los y las sin papeles, los precarios? ¿Cómo escapar a una huelga general que obedecía más a una correlación de fuerzas sindical, que necesitaba representar el disenso para seguir manteniendo su función de control de la población asalariada? ¿Cómo intensificar el conflicto social sin hacer de peones políticos a unos sindicatos que temían desgastar su propio Gobierno, y convocaban una huelga a medias? ¿Cómo tomar partido? Cómo organizarse? ¿Como «partir de la situación y no negarla»? ¿Como «hacerla consistente»?

Frente a los interrogantes, la mejor respuesta era compartir la pregunta entre muchas:

Nos encanta la idea de la huelga general. Nos parece una oportunidad, muy necesaria, para exteriorizar el malestar que llevamos acumulado en estos últimos años de crisis. Nos parece una ventana abierta para romper la soledad con que vivimos unas vidas entrampadas en el perverso dilema de «o la precariedad o el paro». Nos parece una ocasión para empezar a luchar, o para luchar de nuevo.

Nos encanta la idea de huelga general, y nuestro cuerpo pide hacerla. Pero también conocemos sus límites. Sabemos que la gente trabajadora –a lo largo de la historia– hemos conquistado derechos sociales y hemos mejorado nuestras condiciones de vida gracias, también, a las huelgas generales que hicieron nuestros padres y madres, nuestros abuelos y abuelas.

Sabemos que con algunas huelgas generales se han detenido planes económicos capitalistas que hubieran empeorado, aún más, nuestra vida. Pero también sabemos que, hoy, no todas y todos podemos participar de una huelga. Hoy, en el Estado español, ya somos entre 4 y 5 millones de trabajadoras que no tendremos derecho a huelga: los y las paradas sin trabajo. Y millones de personas más que tenemos una posición tan precaria en el mercado de trabajo que, si hacemos huelga, seremos sistemáticamente despedidas. Millones que trabajamos con contratos temporales, y millones que trabajamos sin contrato, que no existimos legalmente y por tanto no podemos ni soñar en hacer huelga.

A todos nosotros nos encanta la idea de la huelga general. Pero no sabemos cómo hacerla. ¿Cuáles son las formas de lucha que deben convertirse en «la huelga de los que no podemos hacer huelga»? La huelga general la inventaron los trabajadores hace ciento cincuenta años con la idea de que, deteniendo la producción, los patrones se avendrían a mejorar las brutales condiciones de trabajo del naciente capitalismo industrial. O con la idea, los más atrevidos, que el propio capitalismo caería cuando los trabajadores abandonaran juntos y organizadamente el lugar de trabajo. Hoy los sindicatos mayoritarios nos han convocado, para el 29 de septiembre de 2010, a un huelga general para detener una reforma laboral que nos agrede a todas y todos. Nosotros, los que no podemos hacer huelga, participaremos: ya veremos cómo.

Pero sobre todo, los que no podemos hacer huelga tenemos que crear un nuevo movimiento que proponga nuevas formas de hacer huelga: que detenga la economía de los poderosos, y que albergue formas de ayuda mutua para los que la padecemos. Que organice a los y las olvidadas por los sindicatos mayoritarios, y que nos dé fuerzas mutuas cuando sufrimos los problemas laborales y sociales cotidianamente.

Para mí una nueva huelga es crear una cooperativa de trabajo o de consumo. Para mí una nueva huelga es un nuevo sindicato social que detenga los desahucios. Para mí una nueva huelga es una organización de trabajadoras domésticas. Para mí una nueva huelga es dejar de consumir mercancías superfluas. Para mí una nueva huelga es una asamblea local donde respondamos a los abusos empresariales en nuestro barrio. Para mí una nueva huelga es dejar de mirar la televisión. Para mí una nueva huelga es una organización que nos defienda a los sin papeles. Para mí una nueva huelga es dejar de pagar juntos los alquileres y las hipotecas. Para mí una nueva huelga es luchar por el transporte público gratuito. Para mí una nueva huelga es…

¿Cuál es tu huelga?

Ese interrogante ya había sido puesto en marcha por las feministas autónomas de Madrid en la huelga general de 2002, la que detuvo la reforma laboral del Gobierno Aznar, y también había transformado en el grito «¿Cuál es tu guerra?» cuando, en las movilizaciones catalanas contra la guerra de Irak de 2003, se ocuparon edificios para problematizar las guerras cotidianas impuestas por el capitalismo. Con aquellos ecos, se editó una publicación con una tirada de 20.000 ejemplares llamando a una huelga general que desbordara los sindicatos mayoritarios y donde se experimentaran nuevas formas de huelga: de consumo, de usuarios de los transportes, de hipotecas. Y se convocó una manifestación el 25 de septiembre de 2010. Dinamizada por colectivos autónomos de barrios y asumida por la Assemblea de Barcelona, 2.000 personas recorrieron el centro de la ciudad bajo el lema «Que el desencanto se vuelva rabia». La manifestación, realizada en plenas fiestas de la ciudad, consiguió burlar los dispositivos policiales, y en un estallido de potencia y alegría subversiva se entró al Banco con el objetivo de hacer la casa común de las huelgas sociales e insubordinadas.

La Mercè Prekària

Sábado 25 de septiembre de 2010, a las 17.00, en plaza Universitat: los y las trabajadores de hoy, las precarizadas, las que estamos en paro, viviendo en un mundo de alternativas posibles e imposibles convocamos a la Fiesta de la Mercè crítica. Una fiesta donde los que no pueden hacer huelga la empezarán a construir, donde se visualizarán las alternativas tejidas a las asambleas de los barrios de la ciudad y en la Assemblea de Barcelona por la Huelga General y donde se promete un espectáculo sin igual. La fiesta de los que han dejado sin fiesta.

La Mercè este año es precaria, crítica y está enfadada. Las fiestas de la Mercè este año no pueden obviar el contexto de crisis en que se celebran. El 25S se visualizará en este sentido un espacio donde aquellos que han obligado a desertar de los sindicatos de ayer podrán expresarse, compartir y actuar: que nazca el moviment del 25! No entendemos esta huelga como un espacio de éxito o fracaso de nada de sus objetivos declarados, no entendemos ni el 25 ni el 29 como final o principio de nada. La queremos como un espacio de visualización y de construcción de alternativas reales, pequeñas y grandes, útiles para un momento económico, político y social, marcado por una profunda injusticia e hipocresía: los que han provocado la crisis son los protegidos, los que la viven la pagan.

«La Banca nos asfixia. La Patronal nos explota. Los políticos nos mienten. CCOO Y UGT nos venden. A la mierda!»

El Banco Ocupado, con sus espacios devastados e inmensos, excesivos como el estómago de una ballena moribunda y jadeante por no haber llegado a ninguna parte; sus plantas infinitas y agujereadas, la bandera pirata arriada en la torre, el desafío ondeando, el vértigo de la ciudad abarcable, aparentemente conquistada y sin embargo la certeza de que la victoria sería efímera…

La ocupación del Banco fue un llamamiento práctico. Las pancartas colgadas, insolentes, delimitaban claramente los antagonismos y invitaban al encuentro: «Sólo nos queda perder el miedo», «Esto es una invitación a luchar juntas: por una huelga social y salvaje». En la primera tarde, se celebró una asamblea multitudinaria donde los comités de huelga barriales expusieron los planes de lucha. Se construyó un gran mapa mural, donde encontrar puntos de organización: se habían constituido una treintena de comités con la intención de piquetear la ciudad y detener la economía. Se pasó la primera noche, y se hizo evidente la potencia de la acción: parecía que todo el mundo esperaba la oportunidad para encontrarse. Había nacido el moviment del 25.

Un espacio bancario al servicio de la huelga

En este marco nuestra huelga es una llamada a la acción, la estrategia colectiva para generar nuevas formas de lucha y posibles vías para recuperar nuestras vidas. Es por ello que hemos decidido okupar este espacio, el Banco Español de Crédito, un espacio que llevaba más de cinco años abandonado y que pretende ser uno de los tantos hoteles de lujo de los que ni tú ni yo podremos disfrutar.

Hoy, en el Estado español, ya somos entre 4 y 5 millones de trabajadoras que no tendremos derecho a huelga: los y las paradas sin trabajo. Y millones de personas más que tenemos una posición tan precaria en el mercado de trabajo que, si hacemos huelga, seremos sistemáticamente despedidas. Millones que trabajamos con contratos temporales, y millones que trabajamos sin contrato, que no existimos legalmente y por tanto no podemos ni soñar en hacer huelga. A todas nosotras nos encanta la idea de la huelga general.

Debemos crear un nuevo movimiento que proponga nuevas formas de hacer huelga: que detenga la economía de las poderosas, y que albergue formas de ayuda mutua para los que la padecemos. Que organice a los y las olvidadas por los sindicatos mayoritarios, y que nos dé fuerzas mutuas cuando sufrimos los problemas laborales y sociales cotidianamente.

Okupamos este espacio para encontrarnos y plantear nuevos posibles más allá de los que ya conocemos y no nos satisfacen. Juntas podemos todo!

Comunicado del Moviment 25-S

Hoy a las 20h se ha liberado la antigua sede del Banco Español de Crédito para difundir la huelga del 29 de septiembre. Debe ser el inicio de un ciclo de lucha continuada para acabar con los abusos a las que nos someten los bancos, el gobierno y los sindicatos CCOO y UGT. La pancarta colgada en la fachada lo dice bien claro: «La banca nos asfixia, la patronal nos explota, los políticos nos mienten y CCOO y UGT nos venden».

La idea es crear un espacio de confluencia para todas aquellas personas que se sienten solas ante una crisis sistémica que ataca todas las esferas de nuestra vida: hipotecadas por la especulación inmobiliaria; desahuciados desamparados, silenciados y aislados; jóvenes que con la reforma laboral cada vez tendrán más difícil mantener los derechos conseguidos por nuestros abuelos y abuelas, mujeres explotadas por la lógica capitalista patriarcal, inmigrantes que se les aplica la ley de extranjería, transexuales criminalizadas por defender el derecho al propio cuerpo, trabajadores y trabajadoras vendidas por CCOO y UGT, y un largo etcétera. Las clases populares estamos sufriendo: estamos solas y desamparadas por ese Estado Ausente que sólo nos lleva a ser carne de cañón de empresarios y bancos.

Es una okupación simbólica que quiere hacer reflexionar y activar a todas aquellas que no deseen seguir siendo cómplices de autoridades políticas públicas, empresariales y sindicales. De la política del pacto y la paz social tenemos que pasar a la política de lucha y de conflicto social. No nos podemos quedar paradas ante un Estado que sistemáticamente pisa nuestros derechos. Los recortes sociales, la reforma laboral y la sumisión de las clases populares pueden detenerse: si paramos Barcelona el 29 de septiembre y nos plantamos ante la imposición de una legislación que cada vez nos aleja más de una vida feliz y socialmente justa, podemos recuperar la confianza en nosotros y crear redes de solidaridad y de apoyo mutuo. Y aquí la continuidad de la lucha será clave…

Ha nacido el Moviment del 25. Cuidémoslo, fortalezcámoslo, que se extienda la rebeldía y la huelga social!

Tomar la palabra

Dejemos de pagar! Arranquemos al Poder las condiciones materiales para decidir nuestra vida, y hagámoslas comunes! Liberándonos de la economía capitalista, es decir privada, hagamos de las condiciones de vida una cuestión compartida, común y combativa.

Al día siguiente siguieron las actividades en el Banco, después de una primera noche sin que se produjera el previsible desalojo policial. Se organizaron las solidaridades necesarias, materiales, afectivas, comunicativas, políticas. Se iniciaron talleres prácticos para aprender a autoorganizar el trabajo y el consumo, a crear cooperativas; se abrieron asesoramientos legales a precarios. Se dio a conocer un correo electrónico, publicado en todos los diarios de la ciudad, donde podían escribir aquellos que querían hacer huelga y no podían, para que acudieran piquetes en los lugares de trabajo donde actuaba la represión patronal. Al día siguiente eran incontables, cientos, los correos electrónicos pidiendo solidaridad. Desde call centers. Desde centros comerciales. Desde oficinas de nuevas tecnologías. De cadenas de restauración. De subcontratas de centros culturales y artísticos. De tiendas de moda del centro. De los servicios subcontratados de la bicicleta municipal. De empresas auxiliares de servicios. Desde museos, hoteles, desde inmobiliarias. Desde supermercados. Cientos de personas escribieron pidiendo fuerza colectiva, ayuda mutua, determinación. Los precarios de la economía metropolitana y posmoderna, pidiendo la existencia de formas de organización inventadas hace 150 años. Fueron informados los piquetes, fueron informados los sindicatos alternativos. Otra gente que se veía obligada a trabajar llevaba dinero de su jornada laboral, íntegra, para los gastos de la lucha. Todas aquellas necesidades, aquellas potencias, no se habrían descubierto sin el Banco. En su fachada se pintó el gran mural: «Esto no es crisis, se llama capitalismo». El Banco había tomado la centralidad política en la ciudad –socialmente, mediáticamente–, y la huelga ya no podría ser la misma.

En el centro de la ciudad, la actividad del Banco desbordó una calle demasiado acostumbrada a ser únicamente receptora de la mercancía-turista. De repente, se hacían asambleas de «las que no podían hacer huelga»: se hablaba, por ejemplo, de la cadena mundial de afectos. Asistían mujeres latinoamericanas, habituales trabajadoras domésticas, y personas con diversidad funcional (término alternativo a «discapacidad») que necesitan de asistencia para vivir. Entre la precariedad económica de unas, y la precariedad existencial de todas, se apostaba por un cambio estructural de organización de la vida, que pusiera la autonomía y la dignidad de las personas en el centro.

Razones para una huelga social…

…o una huelga para los y las que no pueden hacer huelga

Son millones las personas que no podrán hacer huelga el 29-S: trabajadores y trabajadoras desempleadas, autónomas o falsas autónomas, con contratos temporales, parciales o que trabajan en negro, amas de casa, inmigrantes, empleadas domésticas, cuidadoras formales e informales, trabajadoras sexuales… Todas ellas no pueden arriesgarse a perder el puesto de trabajo o dejar de aportar un ingreso o unas atenciones fundamentales para su supervivencia y la de sus familias. En un contexto donde organizarse en el trabajo es difícil o imposible, hace falta crear redes y alternativas que se conviertan en nuevas formas de huelga frente al capitalismo salvaje. Así, no se trata sólo de defender lo poco que queda de los derechos laborales en el mercado de trabajo, sino de construir alternativas horizontales desde la base para salir de un modelo insostenible para las personas y para el planeta que habitamos; de enfrentar la actual crisis sistémica, económica, de recursos y del trabajo de cuidado de las personas, construyendo redes de organización social y económica, que pongan la vida de las personas y el respeto por la naturaleza en el centro y dinamiten las desigualdades de género, clase y etnia. Porque de ello depende nuestra supervivencia.

Así, se abría un espacio para la política «en el lugar donde la política no llega», y se convocó una asamblea para que la gente hablara. No en aquella comunicación que crea valor, inocua y banal, sino con las palabras que hacen daño de decir, que se dicen con rabia. No para hacer discursos ideológicos, que se neutralizan ellos mismos, sino para decir el vínculo colectivo, para significar las huelgas de cada uno o deserciones al poder. Tomar la palabra, en un banco ocupado con cientos de compañeras, no fue un ejercicio comunicativo, fue un desafío político, una interpelación mutua a pasar a la acción: «no todos los días se toma un edificio como éste».

El Banco servía como espacio abrupto para tejer solidaridades entre barrios y entre centros de trabajo. Pero iba más allá, y las individualidades se fundían en un nuevo relato:

«Quiero salirme de un modelo que me dice que soy mercancía, número, pasaporte, cuenta de banco. Quiero hacer circular otros pensamientos»

«Veo que no soy la única en esta situación»

«Se me ha terminada la paciencia, en la huelga general la voy a liar. No os lo penseis compañeros, id con la rabia por delante, a romperlo todo»

«Esta huelga es una oportunidad»

«Cada una tenemos una razón diferente para ir la huelga, pero hoy las compartimos todas»

«Hoy yo trabajo en el bus turístico pero mañana estaré doblando sábanas, todos somos precarios y tenemos que buscar nuevas formas de lucha»

«Necesito herramientas para dejar de estar solo»

«No se cómo pero molaría buscar formas para que no nos perdamos entre todas»

«Este es un espacio para aprender a hacer huelga»

«Este gesto, esta ocupacion, esta sorpresa, no se qué podrá lograr, pero yo creo que es un llamada a parar la indiferencia, a salir de este estado de resignaciones»

«Nunca antes había conectado con ningún grupo, mi trabajo es una mierda como todos»

«Por qué me siento infeliz en este sistema?»

«Organicémonos para dejar de pagar, para resolver necesidades, para poder resistir y combatir»

Con esa urgencia de estar juntos, en común, de desertar de la impotencia de las vidas individuales y buscar el apoyo mutuo, se fue gestando una potencia política innombrada. El moviment del 25 era una web, un correo, unos turnos de tareas, eran miles de personas visitando el Banco, eran debates delirantes hasta altas horas de la madrugada. Eran miradas escépticas de militantes, incrédulos pero alegres, sorprendidos por un anonimato incomprensible. Eran aprendizajes de otras generaciones, de otras autonomías. Eran comisiones espontáneas de arte, de vivienda o de transporte o de género, eran conciertos, y actividad frenética, y videos autoproducidos, y textos manufacturados, y más pancartas y conversaciones inspiradas en el torreón. Eran cinco días como cinco semanas. Era un espacio de vida «de una vida que vale la pena vivirla». Era el día antes de la huelga.

ANEXOS

Texto 1
Comunicado para la huelga del 29-S

CON EL MOVIMIENTO DEL 25 DE SEPTIEMBRE SE HA ABIERTO UN ESPACIO NO SOLO FÍSICO, SINO SOCIAL Y POLÍTICO EN LA CIUDAD

Al llamado realizado a todas aquellos y aquellas que queremos hacer la huelga, pero tenemos dificultades para ejercer el derecho a huelga, hemos respondido. Las precarias, los parados, las trabajadoras domésticas, los colectivos con diversidad funcional, los sin papeles, las trabajadoras sexuales, las trabajadoras temporales, las personas hipotecadas o ya desahuciadas…, hemos decidido que haremos nuestro este espacio al menos hasta el día 29 para construir un movimiento que vaya más allá de la huelga general. Pues nuestra huelga no cabe en un solo día.

La huelga general de mañana, 29 de septiembre, es necesaria: para todas las personas que sufrimos individualmente unos problemas que son sociales, es una oportunidad extraordinaria para expresar nuestras necesidades, nuestros deseos y nuestras propuestas de manera colectiva.

Esta huelga debe ser el momento para encontrarnos y buscar lo que nos une, esta huelga debe ser la oportunidad de organizarnos para resistir en la vida cotidiana, para ayudarnos mutuamente y para tener fuerzas suficientes como para luchar y crear alternativas a nuestras situaciones.

Esta huelga será un éxito si de ella salimos más fuertes: si antes estábamos solas, ahora nos hemos encontrado.

La huelga debe servir para oponerse a los recortes sociales que favorecen a los ricos y maltratan más a las que no tenemos dinero pero, sobre todo, debe ser el día donde todos juntas expresamos en la calle nuestras exigencias y nuestras soluciones.

Necesitamos detener la reforma laboral que precariza aún más a los trabajadores.

Necesitamos resolver de una vez el problema de la vivienda, las hipotecas asesinas, los alquileres abusivos, los miles de desahucios y desalojos, los miles de familias sin casa.

Necesitamos transporte público gratuito, para movernos por la ciudad para ir a trabajar o buscar trabajo o ir a pasear.

Necesitamos detener el encarecimiento constante de los precios, la vida cara que nos impusieron con la excusa del euro.

Necesitamos acceder a la renta básica para vivir, pues es intolerable que 300.000 barcelonesas vivan con 600 euros al mes.

Necesitamos repartir la riqueza de una forma profunda, acabar con las desigualdades económicas insultantes al inicio del siglo xxi

Necesitamos abolir leyes que van en contra de la dignidad humana como las ordenanzas del civismo, las leyes de extranjería y sus centros de internamiento, las cárceles para pobres.

Necesitamos repartir el poder y acabar con cualquier forma de discriminación por motivos de género, color, opción sexual, nacionalidad o situación legal.

Necesitamos acabar con la economía capitalista que nos trata como objetos.

Necesitamos volver a hacer nuestra la ciudad que nos expulsa con el turismo y los hoteles.

Por estas necesidades, y miles de otras que queremos que sean habladas y escuchadas entre todas y todos, nos proponemos a nosotras mismas ya todas aquellas personas que se sientan interpeladas a:

Crear Comités de Huelga en los barrios o participar en aquellos que ya estén constituidos, y consolidarlos más allá del 29-S para que se conviertan Comités para autoorganizar la vida de forma colectiva.

Crear nuevos espacios de resistencia y ayuda mutua en los puestos de trabajo.

Crear herramientas de solidaridad entre la gente represaliada por colarse en el metro, por no tener papeles, para hacer música o encontrarse en la calle, para hacer el top manta o el trabajo sexual.

Crear cooperativas de trabajo para resolver desde la autogestión el problema del paro y la precariedad.

Crear un nuevo sindicato internacionalista donde nos encontramos para luchar juntos gente con papeles y sin papeles, gente nacida aquí y gente nacida allí.

Crear grupos de consumo crítico, cooperativos y autoorganizados, para dejar de consumir mercancías superfluas y perjudiciales y romper el parasitismo de los grandes intermediarios.

Crear cooperativas de crédito o participar en las que ya existen para dejar de ingresar el poco dinero que tenemos en los bancos capitalistas.

Crear los Comités que creamos convenientes para impulsar la resolución de estas necesidades, para impulsar nuestros deseos, para hacer extensivas nuestras luchas y las de los demás, para practicar la ayuda mutua, para crear una nueva sociedad.

POR TODOS ESTOS MOTIVOS, HACEMOS UN LLAMAMIENTO A ACUDIR AL GRAN PIQUETE DEL DÍA 29 A LAS 12H EN PLAZA CATALUÑA, A TODAS AQUELLAS PERSONAS QUE NECESITAMOS LUCHAR PARA PODER VIVIR.

Hacemos un llamamiento a reconocernos humildemente en las luchas de los demás.

Hacemos un llamamiento a detener la resignación y la indiferencia.

Hacemos un llamamiento a detener la ciudad para crearla de otra forma más humana.

Hacemos un llamamiento a estar juntas ya sonreír otra vez.

Hacemos un llamamiento a darnos cuenta de nuestras propias capacidades: juntas lo podemos todo.

Arriba los Comités de Huelga!

Arriba con el Movimiento del 25 de Septiembre!

Arriba con la Assemblea de Barcelona!

Arriba con la Huelga General!

Asamblea del Banco Ocupado, Plaza de Catalunya,

Barcelona, 28 de septiembre de 2010

Texto 2
Vidas Precarias. El malestar y las ganas de vivir estallan en Barcelona

La gente ha dicho basta. Las autoridades afirman que ha sido un grupo antisistema, jóvenes con estética okupa… Pues no. Hemos sido nosotros. Ese nosotros que las furgonetas de la policía histérica persiguió durante horas por la ciudad sin poder encontrarlo. Ese nosotros que aplaudía cuando se rompían los cristales del El Corte Inglés. Ese nosotros que tomó la palabra en la primera asamblea realizada en el banco expropiado de la Plaça Catalunya y dijo: «Tengo casi cincuenta años. Estoy en paro desde hace cuatro años después de trabajar toda la vida. Estoy desesperada pero esa okupación me ha devuelto la sonrisa». En la dictadura democrática todo se puede decir y no sirve para nada. Sí, ciertamente. Pero que en un edificio de los más altos de la ciudad una enorme pancarta proclame «La banca nos asfixia, la patronal nos explota, los políticos nos mienten, CC.OO. y U.G.T. nos venden… A la mierda» es una verdad demasiado insoportable para el poder. Porque además la gente acudía cada vez en mayor número. Y no había banderas ni consignas facilonas que ya nadie cree. El discurso tópico de la izquierda había quedado atrás. Éramos sencillamente vidas precarias que tomaban la palabra, y entonces asomaba toda la desesperación, y también las inmensas ganas de inventar caminos para resistir juntas. Para salir de esta cárcel en la que se ha transformado la vida. «A la mierda» era un grito de rabia. Pero poco a poco este grito se organizaba, se ampliaba, se enriquecía… miles de voces lo hacía suyo. Para la dictadura franquista cualquier conflicto de orden público era causado siempre por una minoría, y el modo de descalificarla consistía en decir que se trataba de «estudiantes». Estudiante era sinónimo de vago. Ahora la dictadura democrática insiste como siempre también en calificarnos de minoría, aunque en este caso nos llame vándalos y gamberros. No quieren saber que esa minoría –ese nosotros que se rebela contra esta realidad– es la que hace la historia. Cayó (parcialmente) la dictadura franquista. Sabemos también que tarde o temprano ese sistema de opresión y miseria será agujereado como un gruyere. Porque miles de personas están inventando miles de salidas. Y caerá. Ellos tienen el día. Nosotros tenemos la noche. No pueden identificarnos y nunca sabrán quienes somos, por esos nos tienen tanto miedo.

Texto 3
Post huelga: Llamamiento para una coordinación territorial de asambleas locales (fragmento)

El 29 de septiembre de 2010, jornada de Huelga General, con el trabajo hecho en barrios, pueblos, y ciudades, se expresó una potencia que se había mantenido invisible. Cuatro días antes, en Barcelona, algunos tomamos la iniciativa a la Burocracia de las grandes centrales sindicales. El 25 de septiembre, con la manifestación que interpelaba «¿Cuál es tu huelga?», y sobre todo con la toma del Banco de Plaza Cataluña, generamos una herramienta de primer orden para la articulación del malestar social y para su transformación en potencia política.

En el proceso habíamos empezado a forjar los comités de lucha en los barrios y las empresas, habíamos empezado a forjar la Assemblea de Barcelona, sin la cual el 29 / S no hubiera sido el mismo. Recordemos los piquetes volantes en los ejes comerciales de los barrios durante la noche ya a primera hora de la mañana, y los piquetes que bloqueaban las empresas y centros logísticos estratégicos. Recordemos el piquete masivo a las doce del mediodía en plaza Catalunya, los desbordamientos, el desalojo de excepción del Banco. Recordemos toda la tarde hasta el anochecer donde cualquier hacía lo que debía.

Ese día las calles volvían a ser vivas contra una lógica económica capitalista que vertebra nuestras vidas como una trama de hierro oxidada y funesta. Y eso no ha pasado sólo ni de forma especial en Barcelona, esta potencia se ha expresado por todo el territorio. Nos encontramos en los piquetes conjuntos y en las acciones, cuando nos tuvimos que proteger y cuando tuvimos que atacar, éramos extraños y de golpe fuimos comunes, éramos muchos y de golpe fuimos una sola potencia, la que se desató como rabia y determinación. Rabia que destruir los símbolos del poder. Determinación a unirse en la acción, a permanecer en las calles, y sobre todo, determinación a continuar.

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