03.02.2013
Asunto: re-mirado, re-tocado
Fecha: 3 de febrero de 2013 17:32:36 GMT+01:00
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Por lo que se refiere a un texto sobre la independencia, básicamente pereza; una pereza casi infinita (el infinito no existe, aún menos la infinita) de hablar para encontrarse, enfrente, con dogmas, creencias, sentimientos imperecibles, señoritas estrelladas, falangistas… No me gusta «decir a», «decir-entre» es otra cosa muy distinta que deseo, que creo haber experimentado alguna vez, ya no lo sé, ya todo no es más que un ruido continuo; antes, como decía Malone, tenía buen oído y era capaz de distinguir sonidos diferentes, ahora todo es un ruido continuo. Y si de verdad es así, la radicalidad (claro que desde una independencia personal y a-solada –hecha sola– que buscaba un decir-entre (curioso, cómo recuerda a «¡diantre!») la radicalidad más absoluta no vende (y me deja muy solo) y nadie parece muy afectado ni inclinado a participar del sarao radical, de independientes.
¡Un país independiente! Preferiría un país de independientes; o quizá eso sería la condición previa y necesaria. Entonces, el término país se desdibujaría y otorgaría libertad a las fronteras; porque, no nos engañemos, aún no hemos probado dar (ya sé que es animista) libertad a las fronteras, condenadas siempre a estar en su sitio, a no moverse nunca… ¿Has visto alguna vez una frontera tomándose una cerveza en un bar, aunque sea en la barra? Nos tendrían que dar pena las fronteras, con sus aduaneros de uniforme, día y noche, llueva o nieve o haga el calor que tanto gusta al negocio de los turistas (ejemplo de amfibiología política).
Entonces, en el deseo de una país de independientes con fronteras de fiesta perpetua, quizá; lo más jodido es que no creo que esto venda y que sólo pensar en el esfuerzo del márqueting ya se me hace cuesta arriba.
Una abrazo y lo hablamos
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