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23.09.2009

«Esta sociedad no ayuda»
Entrevista con Luis Pintor. Psiquiatra del Hospital Clínico de Barcelona

Luis Pintor, eres psiquiatra, trabajas actualmente en el Hospital Clínico de Barcelona, que es un centro médico de referencia. ¿Podrías explicar un poco tu trabajo?

Sí. Estudié psiquiatría aquí en Barcelona. He trabajado mucho en el estudio de la depresión, hice mi tesis doctoral sobre la depresión mayor y sus bases biológicas. Después durante los últimos años me he ido derivando hacia los que serían patologías médicas y problemas psiquiátricos añadidos. De aquí que ahora trabaje en el hospital en lo que se llama interconsulta psiquiátrica. Esto significa que los psiquiatras trabajamos por todo el hospital ayudando a nuestros compañeros médicos y a los pacientes ingresados, en lo que sería el abordaje de esta situación traumática que es el ingreso en un hospital.

Muchos de nosotros aceptaríamos una frase como ésta: «las disciplinas Psi como refugio ante un mundo despiadado» ¿Es válida para ti? O de otra manera: ¿Qué imagen de la sociedad se construye alguien como tú a partir de tu práctica diaria?

Es verdad que muchos de los problemas psiquiátricos o psicológicos que padecen los seres humanos tienen mucho que ver con el estilo de vida, con la cultura y los sistemas de creencias. Eso es indudable. Por otro lado, es evidente que hoy día a ningún psiquiatra, y a partir de las evidencias médicas que existen, se le ocurriría decir que «la sociedad genera esquizofrenia». Otra cosa es que incluso enfermedades psiquiátricas grandes como es la esquizofrenia puedan estar moduladas por aspectos sociales. Este es el modelo que hoy se aceptaría, y que vale incluso para una enfermedad cardiaca. Mucho más todas las patologías mentales, todo lo que tiene que ver con el cerebro está modulado por aspectos sociales, psicosociales, ambientales… Esta es la visión que me hago al ver a tanta gente diferente ir al hospital.

Se habla mucho de la crisis del vínculo social. ¿Cómo lo percibes?

Para mí sin duda es así. Uno de los grandes factores de protección ante el problema mental o los desajustes emocionales es el soporte social. Y a mí me da la impresión de que nuestra sociedad va camino de lo que ya han alcanzado las sociedades anglosajonas, es decir, un modelo de independencia basado en estructuras uniparentales. Cada vez más la gente vive sola, hay menos convivencia social si lo comparamos con lo que sucedía hace unos cincuenta años.

Que no haya lugares para hacer la experiencia del Nosotros, eso tiene efectos…

Evidentemente. En este mundo ahora más complejo tenemos además lo virtual, internet. Bien utilizado puede servir. Pero yo creo que es insustituible la interacción entre humanos, el calor humano, la afectividad directa… Eso no lo da la red. Se trata de una verdadera epidemia. La gente está muy enganchada, y más cuanto más solos están.

Para nosotros una hipótesis de trabajo central es que existe un malestar social que puede ser politizado. Desde tu experiencia en el hospital ¿Se puede hablar de un auténtico malestar social difuso?

Sí, es completamente cierto. Se trata de un malestar que es transversal, que trasciende las clases sociales. Hay una crispación, una agresividad que no sé si nace de esta hiperdemanda de que se nos tienen que solucionar las cosas… y hay cuestiones irresolubles que ni desde la medicina ni desde ningún lado se pueden resolver. Eso tiene que ver con las carencias de las que hablábamos, con la no aceptación de uno mismo. Hay una falta de comprensión de lo que se vive que genera un malestar. Yo no sé si es politizable o no. Pero sí que es general. Existe una obsesión por comprar, por la posesión de lo material que atonta y aturde. Evidentemente, esto no es la causa del trastorno bipolar o de la esquizofrenia, pero sí de la gran mayoría de los desajustes emocionales. Por supuesto también te encuentras con personas que tienen otro modelo de comportamiento. Son un poco extraterrestres. Hay pocas.

En algunas corrientes psicoanalistas lacanianas se habla de «enfermedades del vacío» (depresión, estados de pánico, anorexia…) para calificar los nuevos síntomas asociados ya no tanto a una sociedad del trabajo como a una sociedad de la movilización total, de la autoimplicación permanente, de la sociedad-red.

Sí. Se podría hablar –refiriéndonos al mundo de la mente– de que hay épocas en las que predominan unas enfermedades y no otras. Para mí no se puede poner en un mismo saco las patologías de los trastornos alimentarios y las depresiones, por ejemplo. Las depresiones han existido siempre y existirán. Los trastornos alimentarios (bulimia, anorexia) están sí ciertamente generados por esta sociedad sobredesarrollada. El vacío lo veo como que nos están quitando el motivo porque vivir. Si uno tiene un porqué siempre sabrá buscar el cómo. Pero ¿y si te quitan el por qué? Estaría de acuerdo en que es un tema clave que sucede en todas las clases sociales. Vacío, por pérdida de referencias, por sobre abundancia. Y eso sí que genera un desajuste mental.

Pero ¿Es cierto que han aumentado las depresiones, los estados de pánico, la ansiedad… en nuestra época?

A ver. Sí que han aumentado. No han aumentado enfermedades más caracterizadas por su base biológica. Por ejemplo, la esquizofrenia no aumenta, está en el 1%. El trastorno bipolar no aumenta. Pero ya todos estos trastornos que decíamos, calificados desde el punto de vista psiquiátrico como menores –evidentemente en el sentido de individual aunque no en un sentido epidemiológico, ya que son gravísimos– ansiedad, pánico, trastornos de adaptación… –todo esto efectivamente va a más. Y la vulnerabilidad es mayor aquí que en otras zonas del mundo más depauperadas porque estamos entrenados a no sufrir, a no aceptar el sufrimiento. En nuestra sociedad la gente se siente permanentemente amenazada.

De alguna manera se introduce aquí la cuestión del sentido. Para un psiquiatra clínico ¿tiene sentido preguntarse por el sentido de la vida?

Evidentemente. Para un psiquiatra ultrabiologicista, lo que ahora estaría un poco pasado ya, quizás no. Para un psiquiatra que pretenda trabajar de forma integral con seres humanos, ciertamente que sí. Porque la relación con «el sentido de la vida» es otro factor a tener en cuenta de cara a un buen o mal pronóstico. Tener motivaciones, referencias, modelos de comportamiento significa que el paciente saldrá mejor adelante que quien no los tiene. No trabajar estas cuestiones es dejar muy coja una persona. Lo que es seguro es que esta sociedad no ayuda.

El tipo de malestar que produce una sociedad disciplinaria tendría que ser distinto del tipo de malestar asociado a una sociedad como la actual, que en teoría ha sustituido la represión por una llamada u obligación a gozar.

Está claro que una sociedad represora no favorece el equilibrio emocional de una persona. Por otro lado, también es cierto que en una sociedad con más grados de libertad es más difícil manejarse en ella, negociar con la realidad, que el sujeto se sienta cómodo y que salga a flote. Quizás estamos en esta transición. La «obligación del goce» sería para mí una permanente generación de expectativas difícilmente realizables, excesivas y falsas expectativas, que acaban generando frustración. Es el modelo de la publicidad. En psiquiatría se emplea el modelo de «microestresores crónicos», o sea, microsituaciones estresantes de baja intensidad pero continuadas que son verdaderamente nocivas, mucho más que un corte abrupto como podría ser la muerte de un ser querido. Esta es la fuente del malestar vital diario que nos ataca el cerebro, y que está generado por estas situaciones de insatisfacción que producen irritabilidad, inestabilidad emocional, ansiedad, bloqueo y cansancio mental.

¿En los últimos 20 años se han producido descubrimientos farmacológicos verdaderamente revolucionarios para tratar las enfermedades mentales (depresión, esquizofrenia…)? ¿Se puede hablar de una línea de nuevos fármacos?

Siendo categórico, y también un poco simplista, grandes descubrimientos no. Viendo todos los avances que han tenido lugar en psiquiatría ayudados sobre todo por la aplicación de la tecnología, ciertamente no se puede negar un progreso evidente, pero es un campo tan complejo…. Para hablar de un paso trascendente, para que todos estos avances sumen un gran salto quizás habrá que esperar diez o quince años más. Las neurociencias no han erradicado, por ejemplo, la esquizofrenia como en otros campos sí se ha hecho con otras enfermedades… Hay fármacos mejores, pero no se ha dado un verdadero salto cualitativo. Volviendo a la esquizofrenia. Todavía no sabemos suprimir los síntomas negativos de la esquizofrenia (apatía, abulia…) como sí se han conseguido mitigar los delirios y las alucinaciones.

Volviendo a una de las cuestiones centrales que hemos ido abordando: la dualidad sociedad/enfermedad. ¿Podrías precisar un poco qué relación mantienen? ¿Qué queda de la antipsiquiatría?

A partir de los conocimientos actuales transferir toda la carga de la enfermedad mental a la sociedad creo que es un error, como al revés ponerla totalmente en lo biológico. En el caso de la esquizofrenia buscar la causa única en la sociedad es equivocado, en cambio sí que en algunos desajustes emocionales vale un enfoque cultural. Yo hago una lectura positiva de la antipsiquiatría ya que ha contribuido a que lleguemos a la situación en la que estamos. Pero hoy está superado el dogmatismo antipsiquiátrico.

¿Y dónde queda el manicomio?

Yo tengo clarísima la necesidad de centros psiquiátricos para enfermos agudos, con ingreso breve para tratar episodios de alteración grave de funciones mentales graves. Tengo claro que tiene que haber una inserción cuidadosa y controlada del enfermo mental crónico. Y quizás, existe también un porcentaje de casos que necesitan un ingreso prolongado en manicomios o residencias para que puedan vivir ya que solos no pueden hacerlo, y no tienen un apoyo familiar. No creo que deban existir plazas de manicomio crónico como había hace cincuenta años. En este sentido vamos bien…

Quieres añadir o precisar algo.

Sí, una cosa. Es verdad que los psiquiatras seguimos teniendo un compromiso con la reflexión social mayor que otros médicos, porque nos dedicamos al estudio de un órgano que es la cristalización última de nuestra existencia, y por eso necesitamos cierta humildad para no erigirnos en gurús de la tribu. Y, por otra parte también diría que los modelos simples por lo general no sirven, como tampoco las posturas muy dogmáticas. En psiquiatría tenemos que reconocer nuestra incapacidad para definir modelos claros, simples.