Contenido →

03.09.2013

Invitación al pueblo Catalán a formar parte de la Comuna Antinacionalista Zamorana (C.A.Z)

Por otra parte, en fin, habrá de mantener la C.A.Z las relaciones más estrechas y la colaboración más amigable con cualquier otra comuna o reunión de gentes, ya del ámbito hispano, ya de cualquier lugar del mundo, que se levante con análogos propósitos de combatir por la independencia y revolución de la la respectiva ciudad o territorio, con tal de que se trate de agrupaciones tan decididamente antinacionalistas como lo es nuestra comuna.

Epílogo del Manifiesto de la C.A.Z, París, Diciembre-Febrero de 1969-70

Y así nosotros proclamamos desde el principio que nuestra comuna se levanta con una función tan revolucionaria como antinacionalista; y no lo uno separado de lo otro, en relaciones insidiosas de fin y medio, no con los tristes argumentos de que se conquista la independencia para hacer la revolución (sea lo que sea lo que quiera decir el turbio lema de «hacer la revolución»), sino lo uno confundido con lo otro: revolucionaria por lo mismo que antinacional, antinacional por lo mismo que revolucionaria.

Manifiesto de la C.A.Z, París, Diciembre-Febrero de 1969-70

Queridos catalanes que me habéis acogido durante los diez últimos años de mi vida, años de madurez y compromiso, de aprendizaje y vida. Me gustaría invitaros a formar parte del intento de deconstrucción de la idea de Estado más interesante que se haya experimentado, a mi parecer, en eso que algunos llaman «Estado Español», desde la Revolución de 1936.

Os invito a formar parte de la C.A.Z, o al menos a coordinaros con ella, como profunda muestra de solidaridad internacionalista, ahora que parece que oprimidos por el yugo nacionalista no quedan más salidas que elegir entre cuantas franjas de rojo y amarillo tiene que tener la bandera patria.

Haré primero un recorrido por la historia de Zamora, ya que considero que por estas tierras es muy desconocida. Creo que de esta forma los interesados en este nuevo lazo, corroborarán que tenemos muchas diferencias, y algunas similitudes que pueden facilitar esta unión.

Zamora siempre fue olvidada por los diferentes caciques de turno, reyezuelos, gobiernos o Estados que la han intentado controlar. Sin embargo pareciera que Catalunya haya sido de todo menos olvidada; omnipresente como recuerdo de un trabajo de conquista y destrucción siempre inconcluso.

Si rastreamos en la historia oculta de Castilla, entendida como mito fundador del «Imperio Español» que tanto y bien se combate desde Catalunya, estoy seguro que ésta no puede sino generar empatía entre ambos pueblos. Según recoge el Romance del Mio Cid, en Zamora se dio muerte al Rey Don Sancho, uno de esos primeros nefastos personajes de la historia dedicado a la tarea de unificar los «reinos» de las Españas, después de que su padre Fernando I que unificó por primera vez bajo su corona los reinos de Castilla, León y Galicia los dividiera a su muerte entre sus hijas e hijos.

Sancho heredero de Castilla, luchando contra sus propia familia, emprendió la tarea unificadora, precursora de aquella España que debería ser «Una, grande y libre». Tras derrotar a sus hermanos, se lanzó al asedio de Zamora, aquella que llamaban «la bien cercada». El reino de Zamora había correspondido a Doña Urraca, una de las dos hijas de Fernando. La resistencia de los Zamoranos fue heroica y el sitio duró meses; a pesar de que el ejército de Sancho contaba entre sus filas con caballeros de reconocido prestigio como Rodrigo Díaz de Vivar, el futuro Cid Campeador, paladín de la (re)conquista, contra los musulmanes.

Contra todo pronóstico el desenlace de tan encarnizada defensa es la muerte de Rey Sancho y la retirada del ejército castellano. Manteniendo de esta forma el Reino de Zamora su independencia algunos años más, si bien luego sería subyugada, como el resto de los territorios peninsulares.

Esta bonita historia, que tanto me hizo soñar de niño, tiene muchos puntos en común con uno de los aspectos del imaginario catalán que más me ha gustado desde que llegué a estas tierras. Según explica la transmisión oral de lo acaecido mantenida durante siglos: el «traidor» que asesinó a Sancho durante el cerco de Zamora allá por el año 1072, se llamaba Bellido Dolfos. El arma utilizada para el regicidio fue el propio venablo del rey. Le dio muerte mientras que este, urgido por el grito de la naturaleza, que no distingue reyes de plebeyos, cagaba al lado de un árbol al que se tendría que subir para descubrir un supuesto acceso en la inexpugnable muralla zamorana.

No quiero yo robar una noble tradición como la del Caganer, pero sé a ciencia cierta, que la imagen de un rey agachado, con el culo al aire, atravesado con su propio venablo de oro encima de sus propias heces, sería bien adoptada, como mito fundacional, por estas tierras tan poco amantes de las coronas y en especial de las Castellanas.

El caballero que persiguió al traidor pero no consiguió darle caza por no llevar las espuelas puestas, fue el Cid Campeador. Me permitiré una pequeña licencia histórica, pero recordar al Cid Campeador, me conecta en mi subconsciente, con un triste personaje de la historia reciente de las Españas, que tanto lo idolatra. Tal es su delirio de grandeza que llegó a posar disfrazado como si fuera él. Aquel falso «Cowboy sin espuelas» que como el Cid pretende ganar alguna batalla después de muerto. Aquel que todos los militantes de la C.A.Z arrojaríamos sin dudarlo, con su bandera roji-gualda al vertedero de la historia no es otro que Jose María Aznar.

Hay otra curiosa leyenda fundacional Zamorana que creo puede funcionar muy bien para sellar el desamor de ambos pueblos por las instituciones de poder: Iglesia y Nobleza, y que nos puede dar una idea de «¿qué hacer?» en caso de que CiU se lleve «el gato al agua» y consiga un estado propio para seguir enriqueciendo a unos pocos.

Dicen que allá por el año 1158 tuvo lugar en Zamora una revuelta urbana fruto de una discusión en el mercado causada por una trucha. El imaginario popular la recuerda como El Motín de la Trucha. Resulta que un criado de un noble quería comprar, fuera del horario reservado para la nobleza en el mercado, una trucha que ya había pagado el hijo de un zapatero. El conflicto genera una fuerte discusión entre los emergentes burgueses, dedicados a oficios profesionales y los nobles e hidalgos de la ciudad. Ante la tremenda algarada popular (que yo siempre he imaginado como las peleas de los comics de Asteríx y Obelix trucha en mano), los nobles de la ciudad se reunieron en la iglesia de Santa Maria la Nueva para intentar decidir como sofocar la revuelta. El pueblo zamorano, armado con aperos de labranza y demás armas improvisadas, no pudiendo contener su rabia, dio fuego a la iglesia con todos los nobles dentro. Terminando de esta forma con todo rastro de poder nobiliario en la ciudad.

Sabiendo que en Catalunya y en concreto en su capital Barcelona quedan pocas iglesias y conventos por quemar después de un siglo xx bien cargado de conflictos urbanos, podríamos seguramente instaurar este sano ritual como un rito de iniciación o un paso a la madurez ahora que nuestras sociedades están tan vacías de espiritualidad y a la búsqueda de nuevos rituales.

Sin embargo, el conflicto no se acaba con la quema de la iglesia. Los «alborotadores», es decir toda la ciudad, temerosos de la represalia del rey Fernando II, deciden huir para no sufrir las represalias. De esta forma, según la leyenda, 7.000 personas emprenden el camino hacia la frontera con Portugal, abandonando la ciudad. El rey, que intentaba consolidar las fronteras del reciente reino de León frente a Castilla y Portugal, se ve obligado a negociar su vuelta a cambio del perdón.

Hay que recordar que la franja donde se sitúa la ciudad de Zamora había sido conquistada hace tan solo 200 años y hasta ese momento se denominaba «Tierra de Nadie», por su poca población y su nulo sometimiento a un poder político. Bien es sabido que si no hay a quien explotar o de quien cobrar tributos, de poco valen naciones y banderas para los ricos y poderosos cuyo único plan era y sigue siendo la acumulación sin medida.

El pueblo catalán ya conoce el camino de los Pirineos, y si siguen con su empeño de obligarnos a vivir bajo una bandera rojo y gualda, con más o menos franjas, quizás tomar el camino colectivo de la huida no sería mala idea, a ver que hacen tantos mandamases sin pueblo que les ría las gracias.

Sabiendo que existen otras muchas anécdotas históricas que podrían ayudar a crear lazos de afinidad, me atrevería también a proponer un himno para nuestra refundada comuna. Sé de buena tinta que puede además abrir la puerta a otros venenosos antinacionalistas del norte y el sur a sumarse a nosotras. Lo compuso un catalán de Figueres un poco heterodoxo llamado Kiko Veneno, allá por los setenta. Cuando se gritaba lo de «Llibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia» con los trajes de gala de la transacción democrática casi lista. Se titula «La Muchachita» y en su momento fue dedicada a una Comuna Antinacionalista Zamorana que estaba despertando a la vida y la sensualidad.

Esta es la historia de una muchachita
de mejillas tiernas como galletitas,
bajo el pantalón se le notan las braguitas,
siempre va descalza por la arenita
aunque se le quemen las yemas de los pies,
y que cuando pasa ante un escaparate
mira de reojo su silueta de perfil.

Cuenta sus historias con la vocecita,
tiene mucho miedo de las lombricitas,
todavía cree que lo que se da no se quita,
pero cuando hace mucho sol empieza a dudar.

Nota que la miran unos muchachitos
no sabe si a ella o a su culito,
le dan muchos calores cuando vienen los olores,
pero nunca vuelve su cabeza para mirar.

Ya para finalizar, el gesto que propongo como ritual para sellar esta unión sería tan sencillo como separar con unas tijeras las franjas de la senyera, la bandera que tantos dolores de cabeza parece que da a mucha gente. Con este simbólico gesto, la bandera, como ocurrió con la Zamorana, deja de ser bandera, y se convierte en nueve jirones de tela, nueve banderas desgajadas, trituradas, arrojadas al basurero de la historia por su triste y autoritario pasado. Que ambas banderas tengan 9 tiras es una coincidencia que simplemente simplifica el trabajo; si bien es cierto que el número de jirones es indiferente, y debe corresponder al odio que uno sienta por los Estados y su sanguinaria historia, más que a un número arbitrario.

Escrito por Fernando Paniagua de Paz en recuerdo del impulsor de la Comuna Antinacionalista Zamorana: Agustín García Calvo. La C.A.Z se funda en el año 1970 a partir de un manifiesto publicado en París. El primer punto del manifiesto explica claramente su objeto:

Se declara fundada por el presente manifiesto la Comuna Antinacionalista Zamorana, que proclama como su función esencial combatir de hecho y de palabra (y tanto mejor si en tanto los hechos y las palabras vienen a confundirse) por la desaparición del Estado Español y del Estado en general –entidades ambas suficientemente definidas en su realidad abstracta y administrativa– y por la liberación de la ciudad y comarca de Zamora, sobre cuya indefinición ha de volverse en el curso del presente manifiesto.