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03.09.2013

¿Qué coño de Países Catalanes son los que reivindicáis tan ardorosamente?

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Esto no es un manifiesto, y fue escrito para ser leído en voz alta. Esta arenga fue recitada con la sangre en la cabeza entre canción y canción del concierto que Los Surfing Sirles hicimos el día 15 de agosto del 2007 ante el gentío congregado en Córcega con los jardines de Gràcia para ver, básicamente, al grupo que vendría después, que son los Obrint Pas. Ante tantos adolescentes independentistas de estelada por capa, tenía muchas ganas de decir cuatro palabras sobre la posible existencia de otros conceptos de catalanidad. Así pues, espero que el contexto ayude a ver el porqué y el cómo de la arenga, que no tiene pretensiones teóricas ni otro objetivo que el de ofrecer otro punto de vista –visceral, desbocado y espontáneo– de lo que pensamos algunos sobre los Países Catalanes.

* * * * *

¿Qué coño de Países Catalanes son los que reivindicáis tan ardorosamente?

¿El aburrimiento y la estulticia hecha pueblo?

¿Dónde están la risa y la escatología y el glamour que nos caracterizaban?

¿Dónde está el espíritu de la calle del barrio chino de Vallmitjana y de Casavella?

¿Y la picaresca bajo Montjuïc, la salobridad quinqui de la Barceloneta,

la alegría rumbera de los gitanos de Gracia?

Si no tenemos esto, si ya no queda nada de esto,

si no somos lo que éramos,

si no somos nada (aunque duela decirlo),

autoexiliémonos, vayámonos de aquí:

¡Fuera catalanes de los Países Catalanes!

¡Preferimos las especies picantes de oriente y las discotecas donde la gente se pega, sí, pero al menos bailan! ¡Preferimos a los sevillanos que hablan con la zeta, preferimos a los abuelos que hablan y escriben en catalán pre-fabriano! ¡Preferimos la pesadilla argentina y las mafias rusas, las italianazas que menean las nalgas al pasar ante los chavales! ¡Preferimos a la gente zalamera y alocada de cualquier lugar antes que a los grises menestrales de aquí, los mil acentos de cualquier pueblo que el jodido barcelonés que desgraciadamente hablamos!

Universal y ultra-local, la catalanidad es viajar mucho y decir que todo es una mierda

es desear secretamente que te quieres largar pero siempre volver

es Francesc Pujols metiéndole el dedo en el coño de la Lídia de Cadaqués

son Dalí y Lorca tocándose el culo sin disimulo

es Josep Pla meneándosela ante un plato de judías

son el Aladi y la Santpere cantando a dúo «El vestir d’en Pasqual»

es llevar la Moreneta tatuada en el pecho y hacer magia negra

es mirarse mucho el ombligo y no lavárselo nunca.

Pero lo más importante es:

¿Dónde dejamos las lentejuelas?

¿Dónde dejamos las lentejuelas que nos hacían brillar?

¡Queremos un país eufórico, un país anfetamínico, loco, majareta, glotón, canalla, ocurrente, de largas sobremesas e infinitos vermuts, de fiestas mayores de barrio y nada de macroespectáculos, de taberna y sala de fiestas, de ateneos populares y de sardinadas en la playa, de Einstein en la calle Canuda y de Miles Davis en el Palau de la Música, del modernismo más pasado por absenta y del románico de la cara oscura del Pirineo, de las revueltas populares y del POUM, de la capuchinada y de las organizaciones secretas, del alioli y de la becacina, del Delta lisérgico y del Montseny satánico!

¡Queremos el país que engendró March y Budellam, Santos, Puigserver, Miró y Dioptria, Cassasses, Mompou y Peret, Jujol, Anarcoma y la madre que los parió!

Despechugados o con corbata de seda, (nada de caspa de tendero),

¡o las calles o los palacios!

De las barricadas al cielo

(de neón del Paralelo).