03.09.2013
Un lugar difícil para el YO
Catalunya es un lugar difícil, un conjunto de territorios y poblaciones que reúne a personas a las que todo separa. Están obligadas a cohabitar, claro, un conflicto que, en el Régimen actual (el de los Estados y sus administraciones, que nada tienen que ver con el sentimiento de comunidad), acostumbra a resolverse de dos maneras distintas: o bien desde la ignorancia, o bien desde la incomprensión mutuas, dos actitudes bastante universales. Hay que tener en cuenta que en la marca España, otro lugar difícil, también se vive así.
Que la cohabitación se haga más o menos soportable forma parte del malestar de la cultura, como diría aquel. Nadie puede prescindir de los vínculos con los otros. Y, sin embargo, la pulsión social abre un inabarcable campo de problemas particulares. A Narciso se le aparecen muchos rostros mientras contempla el reflejo de su imagen en el agua. ¿Correrá el peligro de perder su Yo? ¿Se verá amenazada su identidad? Así las cosas, nosotros nos ocuparemos de los que manifiestan las reacciones más alteradas. Nuestro objetivo es mostrar algo de aquello que sucede en este lugar difícil donde se dan cita una colisión de intereses, discursos y estilos de vida que tanto nos dicen sobre esta cohabitación conflictiva y su amplio abanico de soluciones. Entre ellas, las de la derecha extrema catalana (versión provinciana del área metropolitana).
J.G., 62 años, calle Pau Casals, en una urbanización del Vendrell, abril del 2013.
Una urbanización de las afueras que se enfila sobre una colina en medio de la nada. No sabe explicarme qué había allí, antes de la urbanización, ese estercolero de cemento y ladrillos que ha llenado la comarca de segundas residencias. Quizás campos de algarrobos, alguna viña, barrancos cargados de olivos… Quizás un pequeño bosque de pinos, si nos dejamos orientar por los árboles solitarios que ocupan las pocas parcelas vacías. Nada ajeno, en cualquier caso, al clima mediterráneo. Hasta hace poco vivía en Hospitalet y veraneaba en la playa de Calafell. Compraron el solar a un promotor oportunista y algo mafioso hace más de 30 años, cuando apenas había calles asfaltadas, alumbrado público, desagües y cloacas; un terruño en propiedad en el que poder instalar la barbacoa para la paella de los domingos con la suegra y los sobrinos y que poco a poco se convertiría en vivienda unifamiliar (de una sola planta, con tres habitaciones, baño, cocina-office, amplio comedor y garaje, según rezaba el último anuncio de la venta que nunca ocurrirá). En el exterior, una pequeña huerta y muchas macetas y jardineras llenas de geranios, begonias, petunias, rosas, jazmines y algunas hiervas. Crecen sobre tierra murciana, la tierra de sus orígenes. Rodeados de «torres» y parcelas similares, en invierno se ven pocos vecinos. Mucho perro suelto y de ladrido fácil guardando, eso sí, la propiedad. Un lugar tranquilo, dice J.G., y no hace falta que nos convenza. Sabemos que allí, más allá de algún hurto silencioso y algunas ocupaciones de viviendas que han proliferado en los últimos meses, apenas pasa nada, y se explica:
«– Llegué a Cataluña con siete años. He trabajado toda mi vida de albañil, aunque desde el 98 sufro una invalidez. Me quedé cojo a raíz de un accidente de moto y por ello percibo una pensión no contributiva de poco más de 500 euros. Mi señora es empleada doméstica. Limpia casas y escaleras, todas ellas en Hospitalet. Tiene que ir allí tres días a la semana. Yo la acompaño a coger el tren a primera hora de la mañana. Llega del trabajo a media tarde. En invierno ya ha oscurecido… Tengo dos hijos mayores de edad y una hija que va al instituto. Los dos chavales están en paro. No han trabajado nunca. Desde que acabaron la ESO se pasan el día en casa o dando vueltas por la urbanización con otros colegas. En el garaje han improvisado un gimnasio y a menudo te los encuentras haciendo pesas. Hace poco se apuntaron a una escuela de artes marciales. Ahora les ha dado por aprender King boxing. Se está poniendo de moda entre chavales de su edad. Yo no lo veo mal, así hacen algo útil con sus vidas… Han hecho algún curso para jóvenes parados, de esos que se subvencionan para formar a los ni-nis, o como leches los llamen, pero no les sale nada. ¡Y pensar que yo a su edad ya tenía callos en las manos! ¿Qué futuro les espera? La cosa está tan mal… La niña quiere estudiar enfermería, pero no la veo yo muy puesta en los estudios. Claro que prefiero que haga algo, así no acabará holgazaneando por la calle como algunas chicas de su edad. O embarazada de algún mostrenco que no sirve para nada. No sé qué va a pasar si la cosa no se anima. Dicen que lo bueno se acabó, que ya nada va a ser como antes, aunque nosotros siempre hemos vivido más o menos igual, de acuerdo a nuestras posibilidades. Ya me dirá usted, con mi pensión de invalidez y la mujer fregando pisos y escaleras. Cuando las cosas iban bien, trabajé un poco en negro, haciendo chapuzas. Una reforma por aquí, otra obrilla por allá… Pero ya no hay nada que hacer. Además, con mi cojera, he perdido facultades. ¡Pero me he metido en política, sí señor! Desde hace seis años milito en PxC. En las últimas elecciones fui a listas y ahora soy regidor (ya somos cinco), un cargo electo del partido, un «regidor identitari», como decimos entre nosotros. De momento, estamos en la oposición. De hecho, somos los únicos que hacemos oposición en este pueblo. Eso, si nos dejan, porque no hay manera de presentar mociones en los plenos del Ayuntamiento. Todo el mundo lo sabe. Fíjese usted, en el último quisimos que se aprobara una moción de rechazo al ingreso de Turquía en la Unión Europea y ni tan sólo la admitieron a trámite. ¡Y luego se hacen pasar por demócratas! Dijeron que esta moción no tiene nada que ver con los problemas del municipio, como si aquí no estuviera lleno de moros e islamistas radicales. Como dijo Anglada en Rubió por Sant Jordi, durante la celebración del día del partido, «sota la bandera de la creu vermella, els catalans varen expulsar d’aquesta terra als musulmans a l’Edat Mitjana, i sota la protecció del nostre patró, els homes i les dones de Plataforma per Catalunya tornarem a reconquerir Catalunya per als nostres fills i néts».1
Puedes ver las fotos del encuentro por Internet. Por ahí estoy yo, con los críos y otros militantes… ¡Esto no puede ser, joder! Vivimos en un país de carroñeros y políticos corruptos que ha llenado esta tierra de traidores que nos está llevando a una pérdida de identidad total. ¿Usted ha visto cómo está el pueblo? Salga a pasear un poco y verá. Vaya a los pisos Plana, en el centro del Vendrell, donde está la calle del separatista o el comunista ese, el Andreu Nin, y sabrá de lo que le estoy hablando: pisos patera, incivismo, tráfico de drogas, delincuencia… El crisol de la inmigración que tanto respetan nuestros gobernantes multiculturalistas. Aproveche para hablar con los vecinos y verá qué le dirán. ¡Están hartos! Aquí hay familias que han hecho del incivismo su modo de vida: ruido, fiestas nocturnas… Se está poniendo en riesgo la delicada salud de algunos vecinos. La convivencia con las diferentes etnias se hace imposible: rumanos, sudamericanos, marroquíes… Ruido, pisos patera y tráfico de drogas, eso es lo que hay. Y nosotros somos los únicos que lo denunciamos. ¿Sabe cuál es el problema, eh, sabe cuál es? Que este Ayuntamiento se ha gastado miles de euros en un Pla per a la Convivència i el Civisme que no ha servido para nada. Y becas, cientos de becas. Miles de euros que se podrían haber invertido para ayudar a la gente de aquí. ¡Ni un céntimo más para la integración de los inmigrantes! No sirve para nada porque no quieren integrarse. ¡Primero los de aquí, que hay gente que lo está pasando muy mal, coño! »
M.S., 56 años, Plaza Nueva, El Arboç, abril del 2013.
Un pueblo tranquilo con muchos años de historia en medio de la comarca, sector sur-oriental de una posible veguería, por lo que parecía apuntarse en el último Estatut. Del «rovell de l’ou» («yema de huevo») de una Cataluña independiente, que por eso tienen un Seguici Popular i Tradicional conocido en todas partes (ver web del Ayuntamiento).
Conozco a M.S. desde que nací. Una buena mujer. Mejor todavía, una buena ciudadana: «– Però no del partit dels fatxes aquests que no volen que es parli català a les escoles!»2 –nos aclara–. Una mujer –decíamos–, tranquila, pacífica, más o menos servicial, pero que lleva un tiempo muy indignada. Prototipo, como su marido, del «català emprenyat» («catalán cabreado»). Un hijo y una hija. Los dos con estudios superiores. El mayor colocado en una multinacional española, área de marketing internacional. Buen inglés. Francés de erasmus, como su hermana pequeña, que todavía vive en casa. O ha vuelto a casa, por Navidad y con 29 años, después de haberse quedado en el paro y no poder mantener el alquiler…
M.S. sufre. Sufre por todo: por su hija, por su marido, también en el paro después de haberse ganado bastante bien la vida trabajando en cargos de resposanbilidad en varias empresas… Sufre por todo, pero «la processó va per dins» («la procesión va por dentro»). Hace unos años le diagnosticaron una enfermedad rara: dolores musculares, fatiga crónica, apatía generalizada… Parece que la medican para ir tirando. De joven trabajó un poco (allá, por los años 70, cuando lo de la emancipación económica de la mujer y el surgimiento de la clase media en nuestro país) haciendo de administrativa. Ahora también, pero en casa. Es lo que se llama «una buena ama de casa»: «– Em passo el dia fent puntes de coixí i bordant –me explica–. No saps com em relaxa! De vegades hi puc estar quatre hores seguides sense aixecar el cul de la cadira. Faig tot tipus de peces: tapets, mocadors, ventalls, tovalles… Tot molt delicat».3 Yo se lo he visto hacer y es todo un arte. Sobre un cojín cilíndrico clava un patrón con agujas que sigue con hilos y varios bolillos. Tendríais que ver como hace ir los dedos de las manos, cruzando el hilo de los bolillos de un lado para el otro. Vuelta y cruz, vuelta y cruz, y el clic-clic de la madera, el bolillo de la derecha por encima del de la izquierda de la misma mano y a la inversa: punto entero, medio punto, tules, trenzas, puntillas, arañas, punto de la virgen, punto de espíritu y puntilla de guipur. Me explica M.S. que una punta muy apreciada es la del Ret fi o punta d’Arenys (puntilla de Arenys), a pesar de que en realidad es del Arborç. Suspiro: «– Ah, Arenys… », y mientras moja la magdalena en el café con leche me explica que allí se celebró la primera consulta soberanista de Catalunya.
Yo voté a favor cuando la hicieron aquí. Todo el mundo que conozco votó a favor. También fui a la manifestación del 10 de julio del 2010, la más grande de Cataluña, antes de la del 11 de septiembre del año pasado, a la que también estuvimos. Todavía me impresiono cuando pienso en ella. Fui con una «estelada» atada al cuello que ahora cuelga del balcón de casa y que no pienso sacar hasta que no se consiga la independencia. Recuerdo la primera manifestación, cuando estuvimos gritando al Montilla… ¿Qué se podía esperar de un presidente andaluz? ¿Qué se puede esperar, de hecho, de cualquier socialista? Yo ya he hecho borrón y cuenta nueva con ellos. No han defendido nunca Cataluña. ¿Cómo lo tienen que hacer con gente como Bono y aquel expresidente extremeño, que no recuerdo nunca como se llama, que solo hablan mal de Cataluña? ¿Qué les hemos hecho nosotros si aquí está lleno de españoles? Y ahora quieren que en nuestras escuelas se enseñe en castellano, que no se hable más en catalán. ¿Has visto la cara del nuevo ministro de educación? ¡Entran ganas de vomitar! ¿Y aquello que dijo de «hispanizar a los alumnos catalanes»? ¡Venga ya, lo que faltaba! Pero, ¿qué se han creído? Vienen de fuera y nos quieren echar… ¿Qué daño les hemos hecho nosotros? Han venido aquí, han encontrado trabajo cuando en su tierra se morían de hambre… Y ahora, en sus regiones, viven mejor que nosotros. Y lo hacen a costa nuestra. ¡A expensas de nuestros impuestos! No los soporto, tú. Cada vez los soporto menos. Todo va a parar a Madrid. Y ahora quieren hacer unas Olimpiadas, como las que tuvimos nosotros en Barcelona. Son unos envidiosos. Ya les han dicho que no tres veces, y ellos «erre que erre», malgastando el dinero para promocionarse. Dicen que esto dará trabajo, como aquello que quiere montar el mafioso norteamericano de los casinos. ¡Es una vergüenza! Mira aquí, nosotros le dijimos que no…, y que conste que no estoy conforme con lo que tienen que hacer en Salou, pero no es el mismo. Aquí, al menos, participa La Caixa. Conozco un montón de gente que hace más de 40 años que viven aquí y son incapaces de hablar en catalán. ¡Pues yo ya me he cansado! Antes les hablaba en castellano, pero ahora respondo siempre en catalán. ¡Y si no me entienden, que se aguanten! Yo tampoco los entiendo a ellos. Es que ni los inmigrantes son capaces de hablar en catalán, sobre todo los moros y toda esta gente que ha llegado de la Europa del Este. O los latinoamericanos. Estos todavía son peores. ¿Pero que no saben que los españoles también invadieron sus países? ¡Si allí se cometieron auténticas masacres! Y los muy burros, en cuanto llegan a Cataluña, siguen hablando español, un idioma imperialista. Y encima lo hacen con orgullo. No los entiendo, de verdad que no los entiendo. Aquí sobra demasiada gente. ¿Tú has visto la cantidad de gente que hay en paro? ¿Y de qué vive toda esa gente, de las subvenciones? Mira a mi marido, toda la vida trabajando, más de 35 años cotizados, ¿y ahora qué, eh, y ahora qué? Y la niña, con estudios, que no hay manera de que encuentre trabajo. Suerte tiene de dar algunas clases de repaso. Y que vive aquí, con nosotros, y que de momento no le falta de nada… Pero nosotros no hemos recibido nunca ningún tipo de ayuda. Y en cambio, ¡fíjate en ellos! ¡Todas las moras van a buscar la comida a Cáritas! ¡Así se hace, que se lo regalen todo, como hacen con los libros de la escuela! Y ahora salen estos de los «escraches» o como leches se diga, que protestan porque los bancos se quedan con sus viviendas. No decían nada antes, cuando firmaban las hipotecas de sus pisos y de sus casas adosadas… ¡Fíjate bien! Ya verás como la mayoría de los que protestan son inmigrantes españoles o extranjeros. ¿Qué quieren ahora, que les paguemos sus casas nosotros? ¡Cómo si no pagáramos bastante! ¡Que se lo hubieran pensado antes, coño!
– Vaya hombre. He parado la grabadora sin querer… Me decías que no estabas de acuerdo con estos que protestan por los desahucios…
– Sí, sí, tampoco estoy de acuerdo con otras muchas cosas… Aquí lo que se tiene que hacer, lo que tienen que hacer Artur Mas y los políticos de aquí, es declarar la independencia, largarnos de una vez de España. ¡Que se vayan a la mierda! ¡Adiós España! ¡Adiós!
– Vaja home. He aturat la gravadora sense voler… Em deies que no estaves d’acord amb aquests que protesten pels desnonaments…
– Sí, sí, tampoc estic d’acord amb moltes altres coses… Aquí el que s’ha de fer, el que han de fer l’Artur Mas i els polítics d’aquí, és declarar la independència, fotre el camp d’Espanya. Que se’n vagin a pastar fang! Adéu Espanya! Adéu!».
Clic-clic, vuelta y cruz, vuelta y cruz, clic-clic, vuelta y cruz, vuelta y cruz, clic-clic…
Las grabaciones de estas entrevistas dan para mucho más, pero se nos acaba el espacio. Momentos de desahogo que forman parte de un discurso político que a veces puede parecer delirante, si no supiéramos que es de verdad. Un torrente de palabras, rutinarias, cansadas, monótonas…, que nos hablan desde el fondo de las entrañas donde anida la frustración y el resentimiento y, sobre todo, el dolor de tener que vivir con otros. ¿Dónde hallar consuelo en medio de tanta decepción? ¿Tal vez en la defensa de una identidad inmaculada, en una nueva regresión del Yo? Demasiado fácil, si no fuera porque no hay quien pueda dejarse cautivar por la imagen que resplandece sobre el agua. Quién sabe si habrá que aprender a ver la de los demás…