05.06.2011
¿Qué es para ti politizarse hoy?*
Callar? Yo no puedo callar…
«La calle y yo somos uno».
Politizarme, encenderle una vela a la digna rabia,sonreírle a la fresca mañana de diciembre en que suceden las preguntas del
espai en blanc.
Buscar a los compañer@s.
Tomar partido,
posicionarse,
luchar simplemente contra el hambre y la miseria afectivo-económica de las
formas-de-vida
en estos lados de dentro de la barriga de la ballena neocolonial.
Tiempos duros, tiempos difíciles… Noche del Impasse en las vidas precarizadas… un horizonte cerrado… Enfermos de Capitalismo… Puedes salir a la calle, pero no podrás respirar… ¿Callar? Yo no puedo callar… «La calle y yo somos uno»… No quiero este mundo, ni para mí ni para nadie… Sí, estás atrapado, pero sabes por primera vez en la vida que tú solo no vas a conseguir nada… La democracia de Mercado, proclamando su no-caducidad, instala al mundo en una nueva y recién estrenada eternidad. Parece que siempre hubiésemos estado aquí. Que siempre hubiésemos tenido que llegar aquí. Y se hace imposible pensar cómo poner fin a lo que hay… «lo que ya hay» se convierte en el único horizonte de lo posible y la política, reducida a su mera gestión… es una época tan difícil, tan cruda para toda aquella propuesta teórica y práctica que quiere cambiar las condiciones de vida de una forma radical, esto es, de raíz. El proyecto de ser uno mismo parece hoy completamente imposible porque existen tantas exterioridades que nos condicionan, que nos segmentan, que nos obligan siempre a ir de un sitio a otro, a realizar el proyecto de «otro» (el proyecto de la construcción de una vida que no es en absoluto nuestra), que el espacio de la interioridad está completamente destruido… si uno ha llegado a sentir, en lo que le quede de común (que no es más que la mera negación de lo idiótico, particular o personal), la falsedad y el horror de la fe que se nos impone por todos lados y sus efectos bien palpables, está claro que no puede ya tener ningún reparo frente a la negación y la destrucción de lo que mata, y lo que mata –lo suelto así, de golpe– es el Futuro… Antes lo social abría perspectivas… Al actuar pasaba algo… Hoy, hagas lo que hagas, no pasa nada. Al día, al minuto siguiente, todo (tú incluido) seguirá la misma marcha… Es la derrota. No sólo la derrota que nos han infligido, sino, sobre todo, la que nos hemos dejado infligir… Una vez que uno ha llegado a la conclusión de que este mundo merece ser destruido, no queda más que entregarse a… pero, ¿cómo? ¿Adónde? ¿Con quién?… yo también estoy perdido, también estoy buscando… ¿Cómo vivir el impasse?
[Politizarme, encenderle una vela a la digna rabia…]
No veo cómo hoy podemos politizarnos. Es seguro que los caminos seguirán durante bastante tiempo siendo múltiples, divergentes e incluso contradictorios, quisiera recalcarlo, pero eso no bastará si sigue siendo así, abundará en la dispersión y la confusión… De un lado, politzar(me) significa perderme en un laberinto de espejos sin solución aparente. Aceptar como base de partida para la reflexión una palabra ocupada, un territorio hostil… Cruzar toda la confusión y contradicciones que esta pregunta despiertan en mí.
Cabe decir que tenemos un «Malestar Social» segmentado en tantos fragmentos como mundos tenemos, y no es fácil que se sumen entre si. Encauzar ese «Malestar Social» en la dirección justa (nuevas ideas/acciones, no terroristas, claro) necesita el individuar una «oposición», y hoy por lo que veo con tantos mundos, entidades, estados, sociedades internacionales, multinacionales, intermundis (que dibujan nuevos confines a la geografía del planeta pasándose tranquilamente sobre los límites geográficos), no es fácil… Para mí politizarse hoy, en mi presente es sinónimo de frustración e impotencia camuflado de un papel que meto en una urna… Politizarse hoy no es sentir que formas parte de algo, es sentirte enfadado, triste… Politizarse es un proceso por el cual cada uno de nosotros ya hemos pasado, pues nos encontramos escribiendo y leyendo. Ya estamos. Cómo cada uno de nosotros hemos llegado puede ser relevante para crear un archivo de fogonazos del sistema. Si me he politizado es porque he sentido un profundo malestar que iba cada vez en aumento. Puede resultar recurrente, pero cada uno de nosotros hemos tomado diferentes dosis de la pastillita de Matrix…
Tampoco puede reducirse a poner en común los malestares que se viven de manera individual, o, por el contrario, a dejar de lado las preocupaciones individuales para poner en el centro las de los otros. Como si estar despolitizado significara simplemente estar mal en soledad o estar solo y autocentrado y la politización se contagiara con la compañía y el altruismo abnegado… la política que nace al sentir que nuestras vidas se politizan en cuanto descubrimos ese odio, ese malestar, ese ímpetu sin norte que nos hace sentir vivos. Y es esa la política que expresa nuestra diferencia, nuestro profundo desacuerdo, sin más representante que nosotros mismos, sin más militante que uno, eso sí, en alianza con tantas otras vidas que también deciden querer ser vividas, con la fuerza de los tantos que claman el mensaje que ya no espera más, que quiere ser ya.
En una situación dada toda politización implica al mismo tiempo a uno mismo y a las complicidades en las que se produce. Ni tomar partido individualmente ni formar parte de un partido u organización es politización por sí mismo. La politización se hace desde un malestar, en la lucha contra un orden señalado y en la producción de nuevos órdenes falibles y contingentes; en eso consiste estar implicado «en algo». La politización se hace, entonces, ejerciendo una posición (poniéndose)… Y la política hoy emerge en la rabia que nos da descubrir que se nos ha estado robando la vida, que no estamos viviéndola puesto que somos vividos por ella, desde fuera, sin ser nosotros, y ese profundo malestar, ese hervidero de contradicciones que nos hace enfermar, y al que podemos dar un sentido político, gritando ese «NO» que pronto encuentra eco en los otros «noes» que se empiezan a oír a nuestro alrededor y que así se convierten en esperanza, quizá la única esperanza.
La mera indignación ante los efectos de un orden no es politización. Aún así, resulta claro que la indignación –y, por tanto, revelar lo digno– está en la constelación de toda politización… Instalemos la subversión en el corazón del miedo. Es imposible no respirar el aire del presente, pero siempre es posible precavernos mediante la desconfianza inclaudicable hacia todo lo existente. Si la técnica es culpable, nuestra inocencia no tiene límites, ya que frente al ser como potencia, todo orden es un simulacro… politizarse podrían ser los momentos en los que el hombre moderno logra hacer visible su malestar, de manera anónima, y consigue cortar la lógica política-capitalista…
¿Pueden darse las condiciones para que esta dualidad desaparezca? es posible, claro, siempre y cuando coincida el estatuto del querer vivir con la realidad misma, pero, ¿cómo es posible que esto suceda? es decir, podemos identificar claramente qué es aquello que no queremos vivir, pero la pregunta es, y espero no caer en la ingenuidad, ¿sabemos qué es lo que queremos vivir? Podemos compartir una escala de valores pero ¿sabemos cómo estructurarlos entre todos? ¿cómo podemos salir de este paradigma para construir uno de nuevo?
[…si son nuestras vidas las que están en juego, basta de rebeldías que se muerden la lengua.]
En una época de fabricación masiva de la subjetividad, cuando la vida toda ha sido puesta a trabajar («El trabajo nos hará libres», rezaba el cartel en la entrada de Auschwitz), ¿cómo evitar que nuestras prácticas y discursos sean apropiadas por el Capital? La política debe, hoy, combatir la privatización de todos los aspectos de la existencia humana… Por fortuna, esas cansadas cadenas (idióticas, pero constituyentes) de la Ética o Moral o regulación de la futura conducta de uno, es aquí bastante claro y fácil sacudírselas de un golpe, con esta limpia disyuntiva: si de lo que se trata es de realizarte (vivir tu vida, lograr tus aspiraciones, tener éxito en tus amores o negocios, tener cubiertas tus necesidades, asegurar tu porvenir, gozar del justo fruto de tus trabajos, ser admiración o envidia de tus prójimos, salvar tu alma, o de cualquier otra de las mil maneras en que suele decirse eso), entonces la vía es clara y recta… Ahora, si no se trata de eso… Estar politizado no se puede dar en una vida privada. Esto no significa que la existencia se pueda inscribir completamente o en una vida política o en una vida privada. En otras palabras, la politización es intermitente, va de una a la otra.
Por eso politizarse es hoy tomarse la propia vida como un proyecto inaplazable… La política la descubrimos hoy en día cuando hurgamos en nuestras vidas y descubrimos que no son tan nuestras como pensábamos y, entonces, tomamos una posición –quizá por primera vez– que se enfrenta a un poder que dispone de nosotros y nos envuelve. Es ese grito que dice «NO», ese deseo de detener el mundo, de declararse en huelga permanente, de paralizar la vida, esa vida a la que se nos obliga… Si son nuestras vidas las que están en juego, basta de rebeldías que se muerden la lengua cuando hablan con la autoridad. Es la hora del chispazo plebeyo contra los mandarines… La política la descubrimos cuando naufragan nuestras ilusiones forjadas en la seguridad y el confort de los «años de prosperidad» en los que creíamos realizarnos, y en los que nos creímos el futuro. De repente somos vomitados a la periferia de la sociedad «en crisis», y perdemos la ficción que nos permitía sobrevivir, y así nuestras vidas se hacen irremediablemente políticas, sin más refugios donde guarecerse, finalmente expuestas… Politizarse hoy es anestesiarse contra el simulacro en el que se ha convertido la vida para poder vivir en sus agujeros.
[Politizarse como continuo sabotaje (de uno mismo).]
…politizarse hoy es quizá «entrar en intimidad». Con «entrar en intimidad» queremos decir que la crítica radical ya es algo que el capitalismo captura con sus armas más creativas y cautivadoras. Que no nos queda otra que poner entre-paréntesis aquello que podemos ser y aquello que podemos decir. Que «poner entre paréntesis» significa asumir que somos y no somos necesarios, y que quizá eso no sea más que un deseo inconfensable y que éste es más potente que cualquier panfleto e identificación…
Politizarse hoy, para mi, politizarme yo, pasa por coger un boli y un papel, y quedarme ahí, durante horas, frente al papel en blanco, frente a la pregunta, frente a mi vacío, frente al mundo, sin saber que hacer ni que decir… para vencer al enemigo externo primero hay que vencer al que llevamos dentro de nosotros mismos, sino no hay quien se crea la lucha… Enfocarnos a nosotros mismos de un modo diferente, primando «el querer hacer algo» antes que «el querer ser alguien», puede ayudarnos a orientar esfuerzos colectivos, y a no caer en la trampa de la fragmentación y la individuación propuestas por el sistema…
Tal vez sea eso… politizarse como continuo sabotaje (de uno mismo)… Transformarse a sí mismx y singularizarse… una acción directa hacia uno mismo. No se trata, por supuesto, de un verbo de acción cualquiera, ya que el verbo informa de un común, de un nosotros. En resumen, uno de los asuntos fundamentales que encierra esta pregunta sería: ¿cómo llegar a un proceso individual y voluntario que me y nos oriente hacia una acción de reflexión política de y en lo común?… Desde aquí, y si uno hoy desea politizarse, ha de escapar primero de todas aquellas estructuras creadas para que no se politice… Estructuras que son verdugo de las decisiones tomadas por individuos o colectivos particulares, con necesidades únicas de vida. Dónde la especificidad que cubre a cada sujeto, su intención exclusiva y quizás compartida, es desechada en pro de la homogeneidad controlable y controlada…
[Politizarse hoy es ser anónimo, prescindir de la máscara para asistir al baile de disfraces]
Si estar politizado tiene que ver con un nosotros, se supone, en un espacio público y común, ¿cómo se maneja la idea de anonimato? ¿es posible que precisamente lo que un anónimo pretenda es ser visualizado? porque si ese es el caso, resulta bastante paradójica la relación en sí misma. También tengo la sensación que hoy en día ser anónimo posee unas características muy determinadas. Estamos en una época de gran insatisfacción pero que del mismo modo se deja hacer, y pienso que éste es el terreno idóneo donde mejor se mueve el ciudadano anónimo. Pero, por favor, ¿alguien puede explicarme en qué consiste ser anónimo dentro de este contexto tan multipolitizado?
Politizarse hoy es ser anónimo, prescindir de la máscara para asistir al baile de disfraces …Politizarse hoy es borrar nuestras huellas y borrarnos a nosotros mismos… Poder desaparecer de esta sociedad-red sin dejar rastro de huella alguna… Ser plena ausencia en un tablero de ajedrez donde todos tienen su misión definida… Desmarcarse de todo nombre, des-nombrarse continuamente, cambiar de figura, de piel como hace la sierpe. Ser pura nada… No detenerse en un lugar, bailar continuamente este carnaval de códigos, tener mil rostros… Hundirse en la Noche del Anonimato.
… cal actuar en comú per les qüestions que ens atenyen al nostre entorn, ser un mateix cos, divulgar aquesta opinió, multiplicar les mobilitzacions des de l’anonimat, fora dels circuits reconeixibles nombrables, també millor desmitificar la ocupació, actuar com un cos però no ser un cos visible, seleccionar, discutir, programar les accions, a una escola, a una empresa, a una administració, a un hospital, a un comerç, no per una causa genèrica-estètica contra sistema, sinó per una causa concreta, molt concreta, o atacar i retirar-se, però interrompre o causar danys seleccionats i tornar imprevisiblement, val una causa simbòlica però exemplar, val que sigui publicitable, imitable. Lo polític te a veure amb allò incommensurable… (Reivindiquemos nuestro anonimato, no queramos ser aprisionados por las cadenas de un nombre, de una definición, sobrevivamos en esa nada verbal para ser nosotros mismos, para serlo todo, sin dejarnos definir por ellos)… el hombre anónimo expresa su politización a través de su malestar, y en este sentido no creo que haya una derrota aunque estemos inmersos en el modo de vida capitalista en el que vivimos. Porque es ahí donde adquiere significado la dualidad del hombre anónimo entre su existencia y resistencia. Sin esa exterioridad en la cual combatir no se necesitaría resistir. Identificar el malestar es el resorte que activa la politización del hombre.
[…un cuerpo capaz de sostener otra configuración de un mundo.]
Así, una vez que el capitalismo se hizo uno con el mundo, cuando pareciera que no hay un afuera, y que siempre estuvimos aquí, la lógica sistémica se desnuda en toda su verdad: ya no se trata de erigir campos de concentración, nuestros cuerpos son campos de concentración portátiles. Hacer vivir sin dejar morir parece ser la consigna. Y obviamente, poner a producir dividendos a toda la cadena… Abrir ese cuerpo, si es posible…dejarlo a la intemperie…dejarlo en manos de cualquiera y saber que ese cualquiera eres tú dado la vuelta, fragilizado y suspendido, con un millón de paréntesis a tu alrededor para que entre el aire y puedas respirar…frente al anhelo imaginario de un horizonte ideal por llegar, proponemos el cuerpo subjetivado con una/s idea/s que funciona/n como principio o axioma en el que ya estamos (no hay que esperar)… Y aquí entiendo por subjetivo aquello que de manera singular se hace cuerpo (individual y colectivo) como condición y resultado de una «toma de postura» para la que no existen garantías y, así, sostiene la configuración de un mundo compartido. De este modo podemos pensar la politización como un proceso de subjetivación mediante el cual se produce una incorporación a un cuerpo capaz de sostener una/otra configuración de un mundo… Politizarse hoy consistirá en aguantar el pulso a la vida y todos sus envites, bien sea en el trabajo, en la calle o en el propio cuerpo.
[Politizarse hoy es una aventura colectiva]
Hacer lo político implica deseos y malestares. Deseo que invita a soñar, a crear, a mirar un hacia donde quiero construir, quiero que construyamos; y malestar que invita a la fuga, a la resistencia, a cuestionar el modelo, lo hegemónico, la subjetividad neoliberal enclavada en cada uno de nosotros. Lo político implica perder el miedo a ser distinto, a ser único, anónimo y a atreverse a construir entonces ese camino propio… que al final es también colectivo… Inventar nuevas condiciones de legitimación, nuevas instituciones, nuevos derechos, nuevas experiencias, nuevos mundos… olvidarme de la política, reinventarla con otros nombres a partir de aquello que tenemos más cercano: la yugular que cruza nuestro cuello. Quizás allí encontremos una respuesta, quizás allí –si nos detenemos un instante– descubramos que la comunidad, la vida, la tierra, habitan en nosotros.
En el fondo de la cuestión está la posibilidad de estar en el conjunto de la sociedad. Pero hay una pregunta que es anterior a la «política», ¿estamos en una sociedad que promueve lo común, lo colectivo, lo general, lo de todos, o, por el contrario, tenemos una sociedad basada en el sálvese el que pueda? ¿Se ha desmontado de forma interesada la posibilidad de lo colectivo por aquellas instancias sociales que están interesadas en que las personas no ejerzan de personas en su auténtica dimensión social?… politizarse hoy en día es participar en la vida política-social-pública de la colectividad a la que pertenecemos, por una infinidad de razones, con distintas formas, maneras e instrumentos. La gran mayoría de individuos se politiza porque no se quiere conformar con la configuración de la sociedad, pide cambios o pide que algunos cambios no se hagan, expresa su malestar (especialmente hacia los que detentan el poder político, económico y cultural).
Politizarse hoy es una aventura colectiva. Es buscarse unos a otros para encontrarnos y para prolongar en lo posible ese encuentro. Vivir, trabajar, pensar juntos, cuidarnos y curarnos, vernos crecer a lo largo y ancho del tiempo y sentir esa compañía, ese cariño mutuo que da fuerza y sentido a la rebelión… pasar a una dimensión donde la búsqueda de la «felicidad» es algo que hace indisociables pensamiento y acción, involucrando siempre dimensiones colectivas tales que no es permitido hacer la diferencia entre personal y colectivo.
Del individuo al grupo, intercambio de ideas y no solo eso, trueque en una trinchera común… dirigir los esfuerzos de uno mismo a una causa común… Crear cosas colectivamente para el uso y disfrute de todos… Republica común del espacio público donde se puede también gestionar, desde lo colectivo, el bienestar individual… conectar con los afectos y con una producción colectiva de la subjetividad… conectar con los otros, concebirse a sí mismo como un colectivo, con capacidad de generar cambios, de producir en el mundo social y sentirse, también, producido por ese mundo social.
Convergencia. La palabra clave. El abracadabra que abre las puertas para ir a jugar (ese juego serio que es la resistencia). Este hotel multicolor que nos aloja y nos hace más fuertes para la danza y la batalla… crear comunidad. Prácticas que sean inmanentes al capitalismo (porque en él estamos insertos), pero que en su interior tengan, hoy, la semilla de la trascendencia, de otro mundo donde quepan ya no todos los mundos, sino sólo aquellos que no se pretendan hegemónicos… La insurrección solo es posible en un doble movimiento: desorganizando la coherencia del Poder, y organizando el caos alternativo, creando muros de contención ante nuevas embestidas uniformadoras. Cuando oponemos un sistema a la experiencia, nos hacemos cómplices del Sistema que opera expropiando la experiencia.
[…Si el virus más peligroso es la palabra, en ella reside también la posibilidad del antídoto.]
Politizarse hoy es un ejercicio intenso de filología para destapar el verdadero sentido del discurso que se nos impone, dónde, por ejemplo, libertad, tolerancia, democracia o estado de derecho significan opresión, marginación, esclavitud, o estado-guerra… El paradigma lingüístico del capitalismo es la publicidad. Los poderes descubrieron hace siglos que quien controla la metáfora gobierna la mente… Pero la esencia de la publicidad es la productividad absoluta… La trampa se hace evidente. Somos prisioneros que resisten y colaboran al mismo tiempo… Que el verbo se haga carne significa que la palabra se ha incorporado al Capital… Debemos tener mucho cuidado con nuestro lenguaje, no podemos darle el carácter de universal a aquello que es muy particular y propio de determinadas de individuos aislados que se juntan por intereses no comunes, eso es lo que yo llamo la política como espectáculo que se confunde con la POLÍTICA con mayúsculas.
Así, si el virus más peligroso es la palabra, en ella reside también la posibilidad del antídoto… El contra-lenguaje alternativo, para intentar neutralizar la máquina semiótica del capitalismo, debe alterar la entonación oficial, académica, legal, familiar. Construir sitios autónomos de habla que subviertan el metabolismo lingüístico, como drogas. Pensamiento de alto contraste contra el sentido jibarizado… La posibilidad de politizarnos hoy pasa por abandonar el sistema en el que nos encontramos, y para ello se debe abandonar entre otras cosas el lenguaje del que nos valemos para comprendernos e interactuar entre nosotros. Es necesario, ya que la manera que tenemos de vernos pasa por una gramática que condiciona las conclusiones que sacamos sobre nosotros mismos; para mí, crear lenguaje es crear las bases de nuestro espacio vital…
No se debe buscar en procesos diversos de politización un sentido único o un conjunto de signos o códigos compartidos. Lo contrario deriva en la discursivización y partidización de la política, con los resultados que ya conocemos. La politización revela justamente los antagonismos, hace estallar la gramática política del orden que se impone. No compartir códigos o sentidos únicos no significa no poder construir lenguajes o sentidos desde nuestro lenguaje y experiencia comunes… Que tal deseo inconfesable puede ser de alguien, cualquier nombre hecho acción (o verbo) y que a su vez es imprescindible ser capaz de sostener ese espacio-verbo «entre todos». Que hay mucho en juego en todo eso. Que politizarse no deja de ser un gesto inútil porque a nadie beneficia y nada y nadie promete.
[Las grietas en la democracia son su condición de posibilidad…]
Las grietas en la democracia son su condición de posibilidad… resulta difícil porque el sistema ha inoculado en nosotros una comodidad que, en cierta forma, nos aleja del debate colectivo, digamos asambleario y donde se antepone la soberanía del «hombre democrático» a otros conceptos que ponen en crisis, evidentemente, este concepto soberano… Retomar determinados procesos colectivos es el camino para acceder, cuando se pueda y nos dejen, a una democracia participativa que se distancie de la actual democracia representativa cerrada, jerárquica y anacrónica… el sistema actual de govern no el podem anomenar Democràcia. Ni tant sols «representatiu». Es una dictadura constitucional, parlamentària i partitocràtica, en la qual una petita èlit de persones s’empodera i fa el que vol amb les multituds… hoy vivimos en sociedades complejas donde el individuo está muy lejos físicamente e ideológicamente del poder, al contrario de lo que pasaba en la democracia participativa de las polis griegas. Es obvio que la politización de hoy no tenga nada que ver con la de entonces, a nivel material y a nivel ideológico. La pregunta es: ¿hasta qué punto la politización es influenciada por el contexto social en el que se da? Por ejemplo, ¿es la politización el resultado de procesos establecidos socialmente como el consumismo y el conformismo?
Politizarse hoy no pasa únicamente por no participar de la fiesta de la democracia, ni tan sólo se reduce a ser antidemócrata, significa ante todo desprenderse del etiquetado de cualquier opción sistémica… Los movimientos políticos debemos hacer el intento de saltar del paradigma de la democracia liberal como sistema de pensamiento, que postula que todo es dialogable, conversable. O sea, negociable. Debemos evitar convertir a la democracia en la triste medida de nuestros deseos… Y ligado a esta radicalización del concepto de ciudadanía, rechazar el monopolio de la violencia consensual, construir una política y una ética ligadas de manera clara a una idea de verdad, y no de consenso, como herramienta para desenmascarar la realidad: todo consenso esconde un combate de sentidos donde gana el que grita más fuerte (o el que dispara más rápido).
[Politizarse sería adquirir poder…]
Ser politizado hoy en día implica relacionarse con el poder aceptándolo o contestándolo, buscando modificarlo o buscando impedir que se vea modificado… Politizarse hoy significa tomar el espacio de la decisión, los poderes no vienen a nosotros y nosotras a ofrecernos la posibilidad de participar, de hacer política, de trabajar para la cosa pública (res publica); hoy hay que conquistar el palacio de invierno de la política para hacer POLÍTICA. Es necesario, como siempre, el compromiso de querer y además hay que conquistar el lugar de la decisión… Politizarse sería ir de fuera a dentro, de lo parcial a lo central, abrir perspectivas que te (nos) vayan empujando de lo menos a lo más importante: quién y qué decide. Politizarse sería adquirir poder, capacidad de decisión, de influencia, de hacernos tener en cuenta.
Han conseguido alejar a las personas de la toma de decisiones, que verdaderamente es lo que importa… Estar POLITIZADO/A significa tomar parte activa en las valoraciones, decisiones y actos propios y también de otro, siempre que determinen nuestras condiciones de vida. Hablo de voluntariedad (o poder), es decir, de ser consciente y capaz de transformar o mantener aquellas situaciones creadas que disponen el cómo, cuándo y por qué vivimos de ésta y no otra forma… Se trata de salvar la fugacidad de las decisiones, la idea de la intervención inesperada, el acontecimiento irrepetible pero intenso que nos hiere para siempre en su chasquido. La política hoy tiene como fin la proliferación y no la acumulación.
Esta cuestión de lo posible, de qué se puede contra el Poder, es algo que no interesa a nadie de una manera especial, profesional, científica, sino a todo el mundo, a cualquiera, en la medida que le quede todavía algo que sienta eso del Poder que está sobre nosotros, el Poder que padecemos. Esto que cuento no es tan fácil: parece que eso debía darse sin más, que cualquiera de nosotros, yo mismo, estuviera dispuesto a estar contra el Poder sin averiguar más. Y eso quiere decir contra cualquier clase de Poder, contra cualquier forma en que el Poder se presente. Y esto, que podría esperarse que fuera así, pues no es tan fácil… Victoria y derrota definen quién tiene el poder y quién no lo tiene. Definen, además, quiénes son los buenos y quiénes los malos. Nuestra derrota total y totalmente consolidada lo deja claro. Y, sin embargo, me temo que no hacemos sino seguir intentando inventarnos juegos…
El Poder nunca es todo por más que lo pretende, y por tanto siempre se puede –se puede– a pesar del Poder, se puede algo contra el Poder… Se trata por tanto, en esta actitud política de hacer lo que se pueda, sin creer que se está haciendo lo que hace falta, sin fin, sin Destino. En ello estamos y con ello seguimos en cualquier otro momento… Pensar el poder no como un núcleo central al que acceder, sino como una vertiginosa dispersión de fuerzas, nodos que en lugar de confluir en un único significado lo parasiten para destruir su poder totalitario.
[…Y pese al asedio del dolor, no permitir que nuestro pensamiento desfallezca.]
Politizarme quiere decir re-politizarme (59 años, politizado en los 70); esto significa guardar en el baúl de los trastos viejos un buen montón de saberes y verdades que hoy son totalmente inútiles. No todos… Politizarse es activar o verse llevado a activar la posibilidad —peligrosa— de entrar en una especie de «disonancia cognitiva» con tu «territorio» humano, territorio que por ser humano es siempre político —sujeto a luchas— pero que por defecto no es «percibido» así, y que siempre es político también en tanto que «técnico» o «tecnológico»: por ejemplo por las técnicas de «criar» humanos, de «imprimir socialmente» humanos (en una sociedad «impresora» que imprime no solo esos billetes que sostienen al llamado «cuarto poder»)… es un «sentirse»: la política tiene que ver siempre con la sensibilidad, esto es, también con lo que ahora se llama arte, esto es, con las formas de convertir aquellas «disonancias» en artes, en técnicas de vida que por ser políticas son a la vez técnicas de lucha… La disparidad de politizaciones nos sume en una confusión en la que somos incapaces de discernir el valor de cada una de ellas. ¿De qué manera se podría hacer esto? Tener una vida política empieza por tomar una decisión («decido implicarme en este proyecto», etc.) y esto hace difícil la crítica y proponer alternativas. ¿Cómo ser críticos?
Politizarse hoy es repensar-SE, encontrar nuestro lugar en el mundo y vaciarnos de las viejas mentiras, dichas por padres, maestros, terapeutas, viejos libros y viejas ideas… ¿Sólo eso?… Es renunciar al consumo y a las «facilidades-trampa» que no son coherentes con nuestro pensar… No queremos ideas-policía, ni ideas-mercancía: sí, ideas-fuerza que suban el volumen de la realidad, aún con la decidida voluntad de no querer tener razón. Jamás caer en la tentación de ciertos sistemas de pensamiento incapaces de reconocer ninguna otra verdad fuera de su marco epistemológico.
Creo que hoy, que todo está desvelado, que nadie va a venir a revelarnos la nueva buena, que sabemos que la verdad y el saber, mas que hacernos libres nos hacen cómplices… politizarse pasa necesariamente por una profunda reflexión individual, hecha con todo el cuerpo, que puede venir provocada por una sacudida en los cimientos del propio ser, por los motivos más dispares… Politizarse no puede reducirse a incorporar un saber sobre la situación, por muy crítico que éste se reclame. Como si estar despolitizado supusiera no saber algo que está ahí esperando a que lo aprendamos y la politización fuera el resultado de la adquisición de eso que no sabemos. Si nuestra crítica combatió tradicionalmente la oscuridad, hoy se trata de combatir la impotencia. El mundo y su miseria está totalmente iluminado. Nuestras conciencias están deslumbradas, y nuestros cuerpos son efectos de iluminación… La denuncia como táctica pierde efectividad cuando todos los secretos se despiertan como alacranes perezosos.
La conciencia va unida inevitablemente a un mayor conocimiento de uno mismo y de nuestro posicionamiento ante el mundo. En primer lugar, politizarse debería estar vinculado a una toma, cada vez mayor, de conciencia fuera de los criterios postulados y repetidos por el poder vigente: políticos, mediáticos, financieros, de mercado… Enfrentar a través de una conciencia crítica lo que nos está pasando y por qué, cuál es nuestro grado de participación, voluntaria o no, en todo este entramado, a qué intereses responde. Realmente, ¿vivimos mejor? Es cierto, tenemos más cosas, pero esta cosificación del ser ha supuesto la pérdida precisamente de la propia esencia del ser. Ningún político de «nuestro desarrollado mundo« se atreve a hablar de frenar el crecimiento que nos está llevando al desastre ecológico y humano. El ocio no nos hace más libres, sino más consumidores de una felicidad artificial, generadora de sueños producidos por el mercado que nos aíslan y empobrecen. Vivimos una dictadura muy peligrosa escondida, enmascarada, por la benevolencia de las palabras, un mundo ficticio en el que la belleza ha sido desterrada por su sucedáneo virtual. ¿Es todavía tiempo de recuperar ese paraíso perdido de la autenticidad, de la honestidad?… Todos tendemos a buscar soluciones a nuestros problemas inmediatos. Pero, ¿qué pasa con las raíces de esos problemas? Politizarse es preocuparse por descubrirlas y comprender por qué nos pasa lo que nos pasa. Por ejemplo, ¿por qué en los países «desarrollados» hemos llegado a tener estos niveles de consumo y crecimientos del PIB que ahora resultan insostenibles? Pues porque hemos dispuesto de energía barata (petróleo) y mano de obra barata (seres humanos del tercer mundo indignamente explotados)… Ahora nos empieza a ir mal. Podemos intentar recuperar nuestro estatus (que es lo que la gran mayoría intenta hacer), o politizarnos y poner en cuestión las injustas bases sobre las que se asienta nuestra sociedad, que dan lugar a un desarrollo insostenible y que irremediablemente nos conducirán al colapso.
Pensar políticamente no significa desplegar con más o menos acierto una regla técnica o instrumental, por más que algunas consecuencias de nuestras decisiones políticas puedan ser «aplicadas», «planificadas» y «gestionadas» (por emplear algunos términos de la ingeniería social tan en boga en algunos discursos en la actualidad). Tampoco podemos poner como piedra de toque de los actuales impasses de lo político la incapacidad de concretar un horizonte utópico emancipatorio que nos haga tangible hacia dónde dirigirnos; como si la mera descripción del futuro pudiera por sí misma activar la política del presente. Entonces, ¿cómo podríamos pensar políticamente hoy?… Aquí no se va a decir a nadie lo que hay que hacer. Se trata solo de poder aquí hablarnos sin tener que sostener nuestra posición e ideas, esto de poder, a pesar de todo, intentar entender cada vez mejor lo que (nos) pasa, sin tener por ello que creer ni plantear u ofrecer ninguna «alternativa», como dicen los bienpensantes señorones, por miedo a una crítica de verdad desmandada. Sin más. Por si acaso, se puede hacer algo que no esté ya hecho. Porque a eso conviene no tenerle miedo: si uno ha llegado a sentir, en lo que le quede de común (que no es más que la mera negación de lo idiótico, particular o personal), la falsedad y el horror de la fe que se nos impone por todos lados y sus efectos bien palpables, está claro que no puede ya tener ningún reparo frente a la negación y la destrucción de lo que mata, y lo que mata –lo suelto así, de golpe– es el Futuro…
Politizarse es desarrollar, promover y compartir una reflexión crítica de este mundo, para afirmar lo que queremos y sentirnos capaces de realizarlo, procurando ser nosotros quienes definamos los plazos de ejecución de nuestros deseos, aun sabiendo que todo puede estallar en cualquier momento y que en medio de la tormenta habrá que seguir defendiendo nuestros proyectos… Toda politización implica necesariamente a la vez un decir, un pensar y un hacer. En cuanto falta uno de estos tres componentes, lo político se disuelve en la política, en el discurso. Ni decir ni hacer son ámbitos privados, como tampoco lo es el pensar. Solo resultan privatizables cuando un orden que se impone los disecciona y los convierte en mercancía que, como tal, debe circular (opiniones, saberes, habilidades).
Para mí, la politización pasa hoy por ser capaces de pensar el mundo actual sin que nos abrume la gran cantidad de problemas y derrotas que vemos por todos lados, aquellas «nubes negras» que solo nos dejan sentir rabia e impotencia. Es un querer al mundo y a sus cosas que no se resigna, que quiere cambios y sabe que no está solo en su deseo… En realidad, pensar políticamente apunta precisamente a la subjetivación, concreta y singular en cada contexto, de algunas ideas/verdades políticas irrenunciables que no se deducen de ningún saber o identidad y que podemos construir, afirmar y sostener en común en el tiempo presente. Y aquí ya no resulta útil la distinción entre teoría y práctica.
Conectar saberes de unos lugares a otros también es politizarse. Fomentar intercambios de ideas, tráfico de sueños con todo aquel que esté dispuesto a ello, ampliando instintivamente el sentimiento de «nosotros» cuando hablamos con desconocidos que nos transmiten su malestar. Saber argumentar y comunicar el significado profundo de las palabras, de rebeldía, dignidad, justicia, solidaridad… En resumen, politizarse hoy consistiría en abrir la posibilidad de hacer subjetiva una ruptura con la situación en el presente. Supone pensar políticamente, es decir, manteniendo un ámbito de riesgo, apostar por la incorporación de una idea-axioma (que no se deduce, sino que se declara) que funcione como verdad para ese cuerpo subjetivado en relación a su existencia vital singular y al mundo del que ella participa. Esta incorporación subjetiva puede llevarse a cabo proponiendo algunos puntos en la situación (…).
Y pese al asedio del dolor, no permitir que nuestro pensamiento desfallezca… Si una época es lo que se conforma, y un acto de pensamiento libre, por el contrario, es lo que obtiene su fuerza inspiradora de lo que inconforma, la política es entonces lo impensable, el punto que puede compensar todas las tensiones, el sitio donde una época se hace visible e imposible a la vez… Toda politización desenmascara y construye. Ni lo desenmascarado ni lo construido conllevan el signo de la necesidad. Toda politización es una emergencia y responde a una emergencia.
[El pensamiento sin acción es huérfano. La acción sin pensamiento, ciega.]
Politizarse es sentirse activo en lo que hay «por defecto», sentirse como cuerpo de acción, como sujeto que, lo quiera o no, en cierto modo hace pasar por sí mismo (y por sus creencias), que activa y que reactiva, que prolonga «los poderes»: los poderes «que entristecen»… El pensamiento sin acción es huérfano. La acción sin pensamiento, ciega. Reagruparse en la acción colectiva, encontrándonos en la línea de enfrente, cavando nuevas trincheras, preparándonos cotidianos y anónimos…
Tendríamos, por otro lado, que abrir vías de actuación que abran vías de actuación. Hoy todas las vías que abrimos contribuyen a cerrarlas, cada una por razones diferentes… agafar responsabilitats, nocions de política, democràcia, informar-se, saber què regeix el poder mundial actualment. I un cop agafades les nocions bàsiques, passar a l’acció… emprender una nueva divisa de la acción basada en la creatividad individual sobre el tono de un sentir social o cultural cristalizado por el miedo…
Tampoco puede reducirse a participar activamente en una campaña, un proyecto o una acción política, como si despolitización significara no hacer nada y politizarse hacer mucho… lo que me falta para sentirme completamente politizado es dar el paso a fijar objetivos concretos en la ciudad para atacarlos discretamente desde el anonimato, sin reivindicaciones ni masificaciones, por el simple goce de empujar lo que está cayendo… Politizarse hoy pasa por hacer gestos radicales (que vayan a la raíz) en una vida cotidiana-cárcel-campo de batalla marcada por el nomadismo, por lo cambiante, por la transformación, una metamorfosis-palimpsesto infinita. Sólo quedan gestos porque el mundo es un lugar demasiado complejo para asirlo de modo inquebrantable, de manera definitiva. Y no contar con esta desorientación implícita de los espacios anchos y diáfanos que habitamos (cuanto más grandes, más difíciles de ocupar) es no conocer las reglas del juego. Gestos radicales para reescribir esas reglas del juego. Y para reescribir las reglas del juego hay que jugar. Para destruir el juego hay que hacerlo conociendo su lógica interna. Hay que hackear su sentido primitivo…
Toda politización (nos) implica (en) un decir, un pensar y un hacer un No y un Sí. El horizonte del No está en un orden contra el que se lucha, y contra el que se puede luchar de muy diversas maneras. El horizonte del Sí está en nuevas maneras de ordenar, y que se pueden producir de muy diversas maneras. La politización, pues, no es mera destrucción de órdenes… Tots/es fem politica sempre, encara que no vulguem, ja que prenem decisions, i tenim direcció i plans, a curt i llarg termini. Per tant, en alguna cosa estem implicats en política, encara que no ho sapiguem.
[Puede que esto que estoy llamando politizarse, en realidad debiera de llamarlo hacerse un rebelde…]
Solo y vacío, sí, pero inventando verdades por las que valga la pena luchar, descreyendo, desaprendiendo, viviendo dentro y fuera, como un delincuente, como un resistente, como un desertor, como quién está en territorio enemigo, escondido, como un extranjero, sin huir, sin mancharse ni dar la cara, haciendo ejercicios diariamente. Sin perder la alegría ni las ganas de vivir y de amar a aquellos que lo merecen… Y sabemos de los peligros. Sabemos que el único modo en que fue, es y será posible algún grado de libertad real para el ser humano, es porque existen aquellxs que opusieron su vida a la norma. Sabemos además que nuestra resistencia es vital, porque más allá de la victoria, somos la caja negra, la memoria ambulante para que las generaciones del futuro sepan que existieron estas luchas. Que no estarán nunca solxs. Que somos millones a lo largo de la historia los que dijimos No. Un No inmenso, y muchos Síes. De eso se trata… Puede que esto que estoy llamando politizarse, en realidad debiera de llamarlo hacerse un rebelde, un neo-comunista, en el sentido más amplio del término.
[…abrir la posibilidad de hacer subjetiva una ruptura con la situación]
Hay otra lectura de la política más necesaria para los tiempos que corren, la que considera a ésta como ruptura, sustracción o interrupción de la situación. En este sentido, politizarse supondría abrir la posibilidad de hacer subjetiva una ruptura con la situación. Es decir, de poner al alcance de la mano esta posibilidad, de sentirse concernido por ella. Por eso se puede decir que no hay politizar que no sea politizar-se… No me refiero a un gesto únicamente individual, como si lo político sólo fuera personal; ni a una demanda meramente particular, como si sólo pudiésemos aspirar a obtener el reconocimiento de nuestra particularidad más específica para tener un lugar en la situación dominante (gracias, por ejemplo, a alguna concesión del Estado). Por muy singular, parcial y concreta que pueda ser una práctica política, podemos hacer de ella un ejemplo de una ruptura radical con la situación general… Combine esta idea de ser «políticamente irresponsable», irreverente, esta idea de salir al afuera, con la necesidad de sobrevivir día a día (el trabajo, la familia, las obligaciones fiscales, la pareja, los amigos, la salud,) y obtendrá un título intangible con su nombre y apellidos, encabezado por la palabra «ciudadano»… Politizarse hoy es vivir en la bipolaridad de vivir una realidad espectacularizada y neoliberizada a un tiempo que se interrumpe en ella agujereándola de forma esporádica, asistemática, desde el sinsentido que nos muestra sus vísceras.
[Politizarse siempre resulta «fuera de tiempo»…]
Y no sólo debemos habitar una época que simula un desierto. Donde la felicidad es siempre sospechosa, y el placer siempre clandestino. Debemos, además, leerlo atentamente. Leer el desierto y descubrir que no es tal, que nos mintieron. Que la miel es más dulce que la sangre, siempre. Que los pueblos y sus luchas no quieren ser la omnipotencia, desean ser la belleza. La vida bella que nos robaron.
Pero la Historia es el nombre de un crimen. Y justamente, una de las misiones históricas de la verdad técnica es impedir un pensamiento sobre la Historia… El trabajo de recuperación de una memoria vencida, la investigación de los museos y lugares olvidados, la búsqueda de todos los «no procede», la lucha por evitar nuevos cercamientos de este mundo, la escucha de aquello que queremos legar como patrimonio de un procomún a las generaciones futuras. Porque en esas palabras hay muchas pistas y formas de hacer: reducir, recuperar, reciclar para conseguir la sostenibilidad y biodiversidad. Estas deberían o podrían ser las cinco velocidades con las que revisar lo real y nuestro espacio de pensamiento crítico, aplicándolas a la economía, la democracia, las relaciones laborales, la escuela, las decisiones necesarias al ordenamiento de la ciudad y de nuestro habitar… Es también hacer memoria, nuestra memoria, y saber encontrarnos juntos en las luchas pasadas. Vencer al silencio para recordar y recordarnos todo lo que se ha luchado y todo lo que queda por hacer, pero también hacer memoria de lo que hemos perdido y por qué hemos perdido.
De manera que, como a cada uno lo que le venden también esencialmente y con lo que lo someten y lo compran es Futuro –«hay que hacerse un porvenir»–, cualquier padre mismo, en el nivel más ínfimo de la Autoridad, se lo puede decir a su hijo: «Entérate, la Realidad es así». Y «la Realidad es así» quiere decir «la Realidad es Futuro», y por tanto, «¿cómo vas a andar dedicándote a hablar, a discutir y a estudiar cosas que a nadie le sirven para nada? Lo que tienes que hacer es preparar la oposición, antes preparar el examen…». «Preparar», es decir: Futuro, siempre, siempre Futuro… Politizarse hoy es no comprar un futuro mejor, no aceptar un hoy acomodaticio, es no mitificar el progreso que nos ha sacado de tiempos pasados nefastos.
El futuro está abierto a toda posibilidad. Ninguna puerta conduce dos veces a la misma habitación. Lo que sí sabemos es que la resistencia, la militancia y el compromiso no son una opción entre otras. No se elige: se soporta o no se soporta.
En definitiva, politizarse hoy es vivir la presencia del presente entusiasmados por el ideario personal que nos guía, reajustando a cada paso nuestro andar con el de los demás para ir a aliviar la carga histórica con nuevos modos de sentir la vida… Estamos en el momento incandescente en que todavía existimos indefinidamente, o ni siquiera existimos, sólo somos una manifestación de lo nuevo. Tenemos que evitar a toda costa el momento posterior en que el movimiento se disuelve en la ley, evitar que nuestro destino sea herir la regla sólo para reanimarla después. Aunque ese momento llegará, inexorable y afortunadamente, porque querrá decir que nuestro esfuerzo no fue en vano. Que lo esencial aún no ha sido dicho.
Politizarse hoy, respuesta urgente, fuera de tiempo, aunque politizarse siempre resulta «fuera de tiempo».
[El mundo no es nosotros. Sino que, porque somos mundo, somos un nosotros]
Politizarse tiene que pasar por la «información», que parece disponemos en cantidades, pero «La Información» no siempre está clara. Quién la tira por aquí, quién la tira por allá. Hemos creado tantos mundos –cada vez menos físicos y más colectivos, sociales– que si no estás preparado a saltar continuamente de uno a otro… Estos mundos no se mueven para moverse, se mueven para moverNOS. Politizarse va hoy mucho más allá de la simple distinción de derechas e izquierdas. Hay que añadir también una «dificultad» secundaria de nuestro Primer Mundo: haber conseguido crear instituciones internacionales que no se sabe bien dónde pillarlas, de fastosas «cumbres» en los lugares más disparatados. (y este punto lo pondría bajo: «neutralización de la acción política»)… El objeto de toda politización es este mundo real, concreto y complejo que compartimos. Su objeto no es, pues, la conciencia, la idea o el discurso. Estar atento al mundo, experimentarlo en sentido fuerte, basta para tener millones de razones para politizarlo, para politizarse. Y una sola es suficiente…
Por otro lado, considero que hay que asumir que el conflicto es algo ineludible, y que si queremos llevar a término nuestra politización se debe pasar por establecer como base un estado de guerra, frente a nosotros mismos y frente al mundo… usar el conflicto como herramienta de ajuste social… Asomarse al mundo. Asumir que el mundo no es nuestro. El mundo no es nosotros. Sino que, porque somos mundo, somos un nosotros. Abrir los ojos con el mundo dentro y mirarnos a la luz de una vela. Vernos en la oscuridad, susurrarnos al oído…
El mundo o lo real me resulta aburrido, aparece compacto, profundamente previsible y autoritario hasta que la punzada del malestar me hace entender que el sistema es fallido porque tiene brechas y yo soy una de ellas. Habitar y ser la brecha, recorrer fisuras es parecido a un trabajo de minas. Todo lo que nos rodea parece organizado y cercado, pero resulta que no lo está porque estoy yo y otros como yo recorriéndolo para encontrarle fallos. De la organización y archivo de esos fogonazos dependerá en gran parte que sepamos construir coordenadas diferentes para nuestros propios viajes o para el uso de generaciones futuras… Es ampliar el radio de influencia de nuestras decisiones hasta abarcar el mundo en global… Politizarse es hoy estar en el mundo con todas sus posibilidades.